La tragedia de lo sucedido con Orlando, tiene que servir para reflexionar del derrotero que lleva el país. El “dame lo mío”, aún “lo mío” signifique el perjuicio de muchos o “lo mío” sea depredar áreas protegidas, lechos de ríos o fondos públicos del cualquier Institución del Estado.
Herencias trujillistas aún permean nuestra sociedad, el “usted sabe quién soy yo” resuenan en nuestras calles, pero también en oficinas públicas y privadas. Lo sucedido tiene que ver con el tráfico de influencias, con la lucha de la delincuencia, pero al más alto nivel.
La lucha contra la delincuencia y la inseguridad no debe sólo dirigirse hacia los sectores marginados, no deben ser sólo los pobres los obligados acatar la ley o cumplir condenas en las cárceles, así no.
Cualquier sociedad que aspire un mejor mañana tiene que estar dispuesta hacer los sacrificios que sean necesarios, ahora en el presente. Obviamente, la madre y raíz de la violencia, de la delincuencia y de la inseguridad es la agravada desigualdad social.
Nuestra clase política y empresarial deben cambiar esos métodos, propios de la época feudal, las retrancas tienen que quitarse para poder impulsar las transformaciones hacia una sociedad con más equidad.
Esa clase empresarial dominicana que es insaciable y nuestra clase política, altamente corrupta y corrompedora, con sus raras excepciones, respectivamente. Pero, es doloroso tener que aceptar que, ese proceso de reflexión y cambios profundos que necesita el país, en su conducta pública y privada, tardará aún más.
Es aterrador, pero casos como lo sucedido a Orlando, a Juan de los Santos (Juancito sport), seguirán sucediendo, aún con más gravedad.
Esas son las señales que envían quienes dirigen el país a los gobernados. Y para muestra está la impunidad, en los recientes casos de la venta del barrio Los Tres Brazos, las irregularidades en la compra de los aviones Super Tucanos y los sobornos por parte de la constructora brasileña Odebrecht.
O sea, si nuestra elite, entiéndase gobierno y empresarios, no están dispuestos a cambiar, a ceder e impulsar los cambios sociales y económicos que necesita el país y su población, en la educación, en la justicia, en la justa distribución de la riqueza social.
Justa distribución del Producto Interno Bruto (PIB), el conjunto de todas las recaudaciones, de respuestas que necesita la población de sus Instituciones, sino se producen esas transformaciones imprescindibles, continuaremos de mal en peor.
Por Ebert Gómez Guillermo