Son las 4:30 a.m., despierto aburrida y con la inspiración molestándome en la cama, presionando para que le dé su espacio.
Trato de no hacerle caso, pero entonces, empiezo a meditar como si fuera una versión femenina de la escultura “El pensador”, creada en el año 1881 por el escultor francés, Auguste Rodin.
De repente, recuerdo que hace unos días aprendí que un avatar es una identidad virtual, elegida por un usuario de una computadora, o de un video juego, para que sea quien lo represente, ya sea en una aplicación o en un sitio web.
Entonces me acordé del término “Alter ego”, el cual es el nombre de una línea de productos para el pelo, también el nombre de un exquisito espectáculo artístico, de la extravagante y excelente Gloria Trevi. El mismo, tuvo su origen en el Siglo XX, cuando los psicólogos describieron por primera vez el trastorno de identidad disociativo de la personalidad.
Inmediatamente busqué a papá Google, entonces aprendí que este puede ser una persona real o ficticia, con la cual nos identificamos o proyectamos. En el caso de esta artista, su alter ego era un hombre y se desdoblaba mostrando un rostro masculino, cuando cantaba canciones varoniles.
Encontré en Wikipedia que el alter ego es utilizado para referirse a los diferentes comportamientos de una persona que pueden aparecer en ciertas situaciones y que se relaciona con el avatar y la doble personalidad.
Finalmente, hace unos días diseñé mi avatar en Facebook, y como me dieron la opción de diseñarlo, lo representé con una negrita preciosa y jovencita, pero, en realidad, solo fui sincera en lo referente al color, como hubo una especie de engaño, parece que la imagen se enojó y desapareció de mi muro.
Como llevo varios días buscándola, si la ven, por favor explíquenle que durante le daba forma, no encontré la opción que me permitiera elegir la edad.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica