Después de un día muy ajetreado y complicado, uno de esos en que parecería que el universo entero se pone de acuerdo para que estallemos y mandemos todo al Diablo, luego de enviarle a mi cerebro un mensaje contundente, concluí que yo no hice el mundo, ni lo voy a transformar, y acto seguido, me puse a buscar algo que ver en el televisor para relajarme.
Como por arte de magia, encontré un programa que hace mucho no veía, y ante mis ojos, apareció la figura inmensa del gran músico y maestro Barry White, desaparecido a destiempo el 4 de julio del 2003.
De manera inmediata, todo el cansancio desapareció, al ver a ese monstruo que llenaba el escenario. No se sabe que era más grande: si su figura, su voz o la forma tan peculiar de interpretar sus canciones… Realmente viví.
Una vez finalizado el mini concierto, vino a mi mente un incidente ocurrido durante una presentación de ese gran maestro, aquí en República Dominicana.
Me puse a investigar, ya que esto sucedió hace muchos años, y encontré lo siguiente:
“Cantante norteamericano de color, está bajo acción judicial por incumplimiento de contrato con un club de Santo Domingo. White ocasionó un grave tumulto en el local donde actuaba cuando se retiró de escena alegando que los equipos de sonido eran deficientes y que, aunque quería mucho al público no estaba dispuesto a cantar en tales condiciones. A Barry, que cobra 35.000 dólares por actuación, le han exigido los dueños del club una suma de 25.000 dólares.”
* Este artículo apareció en el periódico El país, en la edición impresa del martes, 19 de julio de 1977.
Recordé con cierta nostalgia, que cuando eso sucedió, entendiendo lo grande que él era, de manera inmediata, me puse en su lugar, no me parcialicé por mi condición de haber nacido en este país, siempre pensé que una figura de su calibre, si entendía que el sonido no estaba a su altura, tenía todo el derecho de actuar como lo hizo… De haber estado en su lugar, hubiese hecho lo mismo, no obstante, quizás el sonido pudo haber sido revisado antes de la presentación, pero es muy difícil manejarse con los maestros, y él lo era.
Maestro Barry, te fuiste, pero siempre tendrás un lugar en mi bohemio corazón.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica