No hay que ser erudito para identificar el tinte electoral en la orden presidencial para que los funcionarios visiten los fines de semana comunidades de provincias a los fines de conversar con la gente sobre las obras que se construyen, aunque no debería objetarse el derecho del gobierno a promover cercanía con la ciudadania.
En virtud del principio de que toda acción conlleva una reacción, hay que entender que para contrarrestar esa ofensiva oficial, la oposición política también promoverá encuentros cercanos con la población para proclamar lo contrario que pregonen los mensajeros del rey.
La ya áspera campaña proselitista adquiriría ribetes tan amplios y profusos que pronto se ofrecerá la impresión de que las votaciones estarían a la vuelta de las horas y no dentro de dos años, con riesgo de que ese rio desbordado se llevaría por delante débiles edificaciones del consenso.
El presidente Abinader logró el control absoluto de todas las estructuras de dirección del Partido Revolucionario Moderno (PRM), por lo que ya no se requiere provocar una confrontación con la oposición partidaria a través una iniciativa para la Constitución, porque pudo unificar su ejército sin necesidad de esa escaramuza.
Otra acción efectiva que se atribuye al litoral oficialista, de cara al proceso electoral, ha sido la conquista de adhesión política de alcaldes y directores de distritos municipales mediante la promesa de recursos para esos cabildos o de obras para sus demarcaciones.
El Presidente tiene expedito el camino a la repostulacion, con escasas posibilidades de que algún otro aspirante dentro de su partido pueda siquiera mover un dedo en dirección contraria, como también se da por seguro que el doctor Leonel Fernández será un fuerte candidato.
Si las elecciones fueran hoy, esas dos personalidades se diputarían de manera principal el derecho a quedarse o volver al solio presidencial, pero a dos años para el día de las votaciones, falta saber que sucederá con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
El “Partido de la Crisis Nacional”, que no está inscrito ante la Junta Central Electoral ni en ninguna boleta, se erige como el más peligroso porque puede frustrar propósitos triunfalistas principalmente en el ámbito del gobierno, aunque también en la oposición.
Por la magnitud de la crisis global aguijoneada todavía por los efectos de una pandemia que amenaza resurgir y por el conflicto entre Rusia y Occidente, la combinación de desenfreno electoral con desbordante inflación se constituiría en tragedia económica, política y social.
Ante un cuadro de incertidumbre como el que se padece hoy en día, lo más sensato sería que gobierno y oposición discutan forma de organizar el desorden electoral, de forma tal que el debate entre partidos y candidatos se centre en señalar qué hacer para sobrevivir.
Por Orión Mejía