Lo narrado sucedió mientras estábamos en el último rezo de la madre de mi marido, en un receso de los rezadores, y luego de degustar la excelente comida con sabor a campo.
Se acercó un señor, el cual luego de identificarse como conocido de mi esposo, se quedó hablando con nosotros. A renglón seguido, nos comentó que había tenido veinticuatro hijos.
Obviamente, mostré una sorpresa tan grande, que parece que esta sirvió de motivación para que el hombre se convirtiera en el protagonista de la película.
Como él era muy simpático y la curiosidad me estaba matando, le pregunté que con cuántas mujeres tuvo todos esos hijos.
El hombre me dijo que con dos mujeres, luego sacó una cuenta de que se le habían muerto tres y le quedaban diecisiete.
Quizás de una forma atrevida, le dije que no me cuadraba porque él me había hablado de un total que ahora no me coincidía.
Como todo un científico, argumentó que no había contabilizado las pérdidas (abortos).
Entonces, ya entramos en confianza, “pana full”, le pregunté que cómo era posible que él hubiese tenido todos esos hijos.
De manera inmediata, y con la mayor gracia del mundo, él me confesó que empezó esa tarea demasiado joven, y en un tiempo en que las mujeres no usaban panties.
Esto tuvo un efecto terapéutico porque logró que mi marido, se saliera un poco de la tristeza y hasta se rio.
A continuación, el señor empezó a explicarnos que en esos tiempos con una tela de unos sacos de un material llamado macario, donde empacaban harina, de color blanco, parecida al algodón, pero algo más gruesa, las madres le elaboraban a las hijas una especie de cretona para proteger las partes íntimas, las cuales por más intento que se hacía no lograban cubrir lo suficiente, lo que, según él, facilitaba la acción.
Excelente e increíble historia, en una época donde no existían los anticonceptivos.
Cuando el narrador se fue, mi marido con aire de convencimiento me dijo: “Seguro que ahorita tú vas a escribir…” ¿Qué come que adivina?
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica