Muchas personas están muy equivocadas, al pensar que los psicólogos somos inmunes a los problemas, cambios del estado de ánimo, e inclusive, están convencidos de que no nos deprimimos.
Nada más lejano de la realidad, somos seres humanos y como tales, sufrimos y nos angustiamos, igual que todos los demás, aunque en ocasiones, utilizamos algunas herramientas que nos ayudan a sobrevivir.
Ayer, por estar, como decimos los dominicanos, de “comeboca”, tuve la mala suerte de escuchar una conversación que involucraba a un ser muy querido, admito que eso me mató.
Transcurridos algunos minutos, sentí sobre mis hombros una carga muy pesada, caminaba arrastrando los pies, y las lágrimas batallaban como en guerra, intentando salir de mis ojos. Inclusive, sentí un ligero mareo, lo que me impulsó a llamar al médico.
Al cabo de un rato, mientras conversaba con mi hijo, este me comentó lo vivido mientras abordaba un carro del transporte público, en el cual se montó un joven no vidente que se dirigía a su trabajo.
El joven sabía perfectamente donde debía quedarse, y no solo eso, además iba cantando.
Eso fue como un bálsamo que curó mi desánimo, pues, si una persona con esa discapacidad es capaz de sonreírle a la vida, los que tenemos sanos todos nuestros sentidos, debemos vivir agradecidos y dispuestos a enfrentar cualquier situación que se nos presente, por difícil que sea. Como dice Alberto Cortés: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)