Se supone que debemos confiar en el médico que nos asiste, pero no existe una ley que impida que, cuando sintamos alguna duda, busquemos otra(s) opinión(es).
Siempre que algo en nuestro fuero interior nos alerte o despierte algún tipo de desconfianza en un diagnóstico, debemos hacer todo lo posible por seguir indagando. Nuestro cuerpo nos pertenece, y el quebranto que tenemos también.
El tema viene a colación, por lo acontecido a una amiga, que para mí es mi hermana. Ella, al igual que yo, tiene problemas en las rodillas.
El ortopeda que la trata, hace poco tiempo le dijo, luego de examinar unas placas, que no veía ninguna novedad con relación a un estudio anterior, pero en una visita posterior, a la que ella asistió porque sentía mucho dolor, este galeno, de forma drástica y poco ética, le dijo que la única opción era operarse ambas rodillas.
Presa de la depresión, me contó lo sucedido, y le recomendé que confirmara ese diagnóstico con otro médico.
Le hice esta observación, porque un día, desesperada de un dolor en una de mis rodillas, y siguiendo la recomendación de una querida amiga, acudí donde un médico, que al parecer era racista o no le caí en gracia, por la forma tan indeseable en que me trató.
Realmente me trató muy mal, me minimizó a tal extremo, que hasta conseguí una silla de ruedas para tenerla cuando me operaran. Durante algunos días, estuve muy deprimida.
Una persona muy querida me suministró los datos de un médico, el cual, al ver los estudios, admitió que tengo artrosis, pero no advirtió la necesidad de un diagnóstico tan funesto.
Luego de eso, aunque he tenido mis momentos de molestia, con el seguimiento debido, terapias y tratamiento, hasta he podido lograr reanudar mis caminatas mañaneras. Obviamente, no tan largas como antes, pero las hago. Inclusive, si hubiera que dar una bailadita, lo haría.
Muchas veces he sentido deseos de hacer una cita con aquel desalmado doctor, pagarle una consulta, mirarlo fijamente a los ojos, y decirle que soy aquella negra a la que él desahució, pero luego me arrepiento, primero, por el dinero, y luego, porque no vale la pena perder el tiempo con semejante “profesional”.
Que a partir de hoy una de nuestras metas sea, en lo que al tema se refiere, poner atención a nuestros instintos.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica