La comunicación es indispensable para todos los seres humanos, nos acompaña en cada gesto y en cada etapa de nuestras vidas.
Lamentablemente, no todos sabemos transmitir lo que queremos decir, debido a que, para esto, es indispensable que haya una conexión directa entre los mensajes y las emociones.
Es primordial que la persona que recibe el mensaje se identifique emocionalmente con la persona que lo emite. Esa es una de las razones por las cuales, en ocasiones, oímos o vemos a alguien narrando una situación en particular, y de repente brotan lágrimas de nuestros ojos, cual si fuéramos bebés llorones.
En cambio, otras veces nos sucede, que estamos en la presencia de un expositor con toda la formación intelectual del mundo, pero de repente, tenemos que frotarnos los ojos y hacer grandes esfuerzos para no bostezar. Eso significa que no ha habido la conexión necesaria para envolvernos.
Cuando aprendemos a poner emociones en nuestro diario vivir, muchas de las situaciones se nos resuelven como por arte de magia. Generalmente nos ayuda a solucionar algunos problemas que se nos presentan cada día, tanto donde vivimos, como en el trabajo. Tan pronto se nos presenta un conflicto, ayuda sobremanera tratar de mantener el buen humor y aprender a manejar la parte dramática que todos poseemos, pero que algunos parecen no darse cuenta.
Quienes aprenden a comunicarse, generalmente salen a flote con situaciones desagradables.
En mi cotidiano accionar, especialmente por el barrio donde vivo, he actuado de una forma tan dramática para resolver algunos problemas, que luego de solucionados me he preguntado cómo es posible que, sin haber estudiado teatro, yo haya podido convertirme en un personaje. Al final, lo importante es comunicarse adecuadamente.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica