Acción Empresarial por la Educación (Educa) ha ofrecido un informe desconsolador sobre la educación dominicana, que ha retrocedido en los últimos diez años a pesar de una inversión educativa acumulada que desde 2012 sumó US$40,8 billones, estadística que revela ineficacia en la ejecución de la ley del 4 %.
A pesar de tan elevada inversión, el proceso de enseñanza-aprendizaje ha disminuido proporcionalmente, lo que otorga razón a las voces políticas, académicas y empresariales que advirtieron en 2012 que el incremento del presupuesto educativo debía acompañarse con una reforma al sistema.
El estudio de Educa revela que a partir de la aplicación del 4 %, el presupuesto por estudiante de lengua española se incrementó desde US$31.9 en 2012, hasta US$89.2, y para matemática, de US$36.0 a 91.1 dólares, lo que indica que la inversión per cápita casi se triplicó en diez años.
Duele saber que la sociedad dominicana no se conmueve ante esas lúgubres cifras sobre estancamiento o retroceso de la educación básica y preuniversitaria con una inversión tres veces mayor, sin poder cumplir con la premisa del Banco Mundial, de que por cada dólar invertido en los alumnos la economía debería ganar US$20.0.
Durante el período 2013 al 2022, el Estado invirtió RD$20,029 millones de pesos en formación de maestros, pero las evaluaciones de desempeño han arrojado resultados negativos y presentan una tendencia a la baja en cuanto a calidad, según el informe de Educa. Es como para llevarse las manos a la cabeza.
El salario promedio de los docentes se incrementó a partir del 4 % en un 128 %, pero la gran mayoría no logra pasar las pruebas para poder impartir docencia, ominosa señal que confirma que lo que se ha producido es un dispendio del dinero público, literalmente arrojado sobre barril sin fondo.
No he leído ningún documento reflexivo del ministerio de Educación sobre el informe de Educa y sus recomendaciones de reencauzamiento del proceso de enseñanza a nivel básico, sumido hoy en laberinto de oscuridad, pero tampoco otros intervinientes han expresado alarma por tan escalofriantes estadísticas.
El deprimente cuadro de la educación nacional podría resumirse en que los colegios de clase media alta educan para que sus alumnos ejerzan la dominación social, mientras la escuela pública almacena a los estudiantes para ser subyugados, en una sociedad futura donde las grandes mayorías no podrían acceder al conocimiento racional.
Aunque desde hoy se iniciara el anhelado cambio radical en el proceso enseñanza, que incluya real capacitación del personal docente, transformación del currículo escolar y erradicación de la violencia en las escuelas, no podríamos compensar la década que hemos perdidos con el dispendio del 4 por ciento.
Por Orión Mejía