Luego de la salida forzosa del expresidente Leonel Fernández, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), quedó a merced de las directrices del danilísmo que sin perder tiempo ocupó la presidencia de la organización y puso en manos de los acólitos la conducción de las estructuras jerárquicas que coadyuvaban a equilibrar las decisiones importantes que se producían en esa agrupación. A partir de entonces, el Comité Central, el Comité Político y el secretario general, responden únicamente al mandato de Danilo Medina.
La cuestionada elección de Gonzalo Castillo, como candidato presidencial del PLD, durante el proceso interno del 2019, reveló hasta dónde llegaría, Danilo Medina –cual si fuera una deidad–, para lograr el objetivo de controlar esa organización política, por lo tanto, aquellos dirigentes que se opusieron a su ambiciosa egolatría fueron obligados a marcharse del partido, en cambio, los que aceptaron sus pretensiones no tuvieron otra alternativa más que inclinar la cabeza y plegarse a la línea insoslayable de su corriente política.
La actuación egocéntrica del expresidente Danilo Medina, terminó silenciando las voces de connotadas figuras simbólicas del peledeísmo, tales como: Euclides Gutiérrez Félix, José Joaquín Bidó Medina, Felucho Jiménez, Alejandrina Germán, Temístocles Montás, Lidio Cadet, José Ramón Fadul, José Tomás Pérez y Francisco Javier García, quienes, en el ocaso de sus carreras políticas, fueron humillados y reducidos a un simple grupo genuflexo delante de las ínfulas del pseudo rey supremo que actualmente preside el fragmentado partido de oposición.
Desde las encumbradas esferas del poder estatal, el danilísmo orquestó un plan perverso para destruir políticamente al liderazgo adyacente que se contraponía o se resistía a ser instrumentalizado por su corriente política, mediante la conculcación de voluntades que renunciaron a sus convicciones para endosar sus intelectos al otrora grupo gobernante, evitando así padecer las consecuencias de los atropellos de quienes tomaron por asalto al partido e intentaron infructuosamente prolongar su permanencia en la conducción del Estado.
El narcicismo patológico y la desenfrenada ambición del expresidente Danilo Medina, socavaron la relación de coexistencia que imperaba en el PLD, dando paso a prácticas impropias que fomentaron el grupísmo; debilitando la fuerza moral del boschísmo, para imponer a rajatablas el danilísmo; reemplazando el idealismo de Estado, por el pragmatismo; el compañerismo, por el amiguismo; la autocrítica, por el servilismo; el centralismo democrático, por el absolutismo; la vocación de servicio, por el populismo; y, el lema: “servir…”, por la ignominia de servirse a sí mismo.
Danilo Medina, es actualmente dueño absoluto de las siglas del PLD, por ende, la lealtad –hacia su maltrecho liderazgo–, es premisa implícita para recibir su aprobación, es decir que cualquier dirigente peledeísta que intentase contravenir su desconfiada naturaleza ególatra, estaría condenado a padecer las duras consecuencias de la impiadosa retaliación política, ya que bajo ninguna circunstancia consentirá que su mermada autoridad, consiguiese ser usufructuada por alguien que no esté bajo su plena potestad.
La característica soberbia del caudillo peledeísta, jamás aceptará que surja un candidato presidencial, fuera de su pleno dominio, porque teme que si eso ocurre, entonces estaría poniendo en peligro su vigencia sobre los organismos del partido, por consiguiente, impondrá un candidato títere, tal y como sucedió anteriormente con Gonzalo Castillo, aun cuando está consciente de que, para materializar ese propósito, tendrá nuevamente que transitar por sobre las cabezas de los aspirantes que compiten en el proceso interno.
Naturalmente, algunos crédulos persisten esperanzados en que se impondrá la razón, por consiguiente piensan que varios de los aspirantes cuentan con algún nivel de posibilidad, empero, los danilístas se preparan junto con su séquito de lacayos, para imponer a toda costa su voluntad, a pesar de que, su arbitrariedad, producirá una estocada mortal al proceso de reconstrucción que se procura en esa agrupación política, puesto que, frente a un escenario de esa naturaleza, muchos disgustados acabarían yéndose hacia otros litorales políticos.
Aun así, es comprensible afirmar que, en cuanto al proceso eleccionario que será celebrado en octubre próximo, en el PLD, no pasar nada sin que, Danilo Medina, tenga en mente que ocurra, ya que, sin importar las consecuencias, el danilísmo decidirá el futuro de esa organización política, porque su único y principal interés, es salvaguardar la imagen del líder omnipotente, a sabiendas de que la obcecada obstinación provocará la ruina de la otrora victoriosa agrupación.
La presunción de estratega político que suponíamos al expresidente Danilo Medina, terminó desmoronándose tras la pasada campaña electoral, cuando consumido por el odio, el deseo de venganza y la pasioncilla, en contra del entonces presidente del PLD, Leonel Fernández, impuso desde el gobierno, un candidato presidencial fallido: Gonzalo Castillo, el cual estuvo malogrado desde la concepción, sin embargo, nuevamente se dispone a presentar de otro experimento político: Margarita Cedeño, cuyo desenlace terminará enterrando su dilatada carrera política.
Danilo Medina, provocó la división y posterior derrota electoral del PLD. En consecuencia, sus tozudas actuaciones concluyeron derrotándolo a sí mismo; inhabilitado políticamente y desacreditado moralmente frente a la sociedad, no obstante, su avaricia infinita continúa estimulando la aniquilación del PLD, mientras tanto, su mermada influencia se mantiene gravitando aferrándose a un sinnúmero de artimañas para retrasar su ineludible desaparición del escenario político nacional.
Por Fitzgerald Tejada Martínez