Al comenzar a escribír el 10 de mayo (día de la desapición física del doctor José Francisco Peña Gómez) de 2009, lo primero que hice fue pedirle a Dios que me diera salud para terminar la obra que había empezado y que me iluminara para hacerla lo más justa posible y apegada a la verdad histórica que quiero relatar, porque es mi intención ser correcto, para que la juventud dominicana conozca los rasgos humanitarios que tenía el patriota dominicano conocido en el seno del pueblo como Peña Gómez.
El que me conoce y ha trabajado conmigo en alguna actividad política, comunitaria, religiosa o deportiva sabe que acostumbro a guardar documentos en los cuales, de una u otra forma, estuve relacionado, y por eso he decidido hacer esta recopilación de cosas que me relacionan con Peña Gómez.
El 5 de mayo del 2009 vino a mi casa, en el 2083 de la avenida Creston, en El Bronx, el compañero Ramón García, secretario general de la seccional de Nueva York del PRSD, a consultarme sobre un proyecto de enmienda de los estatutos de nuestro partido.
Después de analizar algunos documentos, García me planteó que escribiera su historia, carrera política y experiencia al lado de Peña Gómez, al igual que la de los compañeros Juan Mañón, Armando Cruz, Flores y Frank Glas.
Mañón tuvo una exitosa vida política en el Capotillo, un barrio marginal de Santo Domingo; Cruz nació en la provincia de Mao, lo mismo que Peña Gómez, y lo conoció pequeño y joven, cosa que nos corroboró el propio José Francisco a su regreso de una reunión de la Internacional Socialista en Europa. En esos momentos Flores estaba aquejado de una enfermedad cardiovascular.
Frank Glass había sido sargento y mecánico de la Aviación Dominicana (AMD) cuando la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y conocía muchos episodios del 1959. Posteriormente, decidimos escribir mis experiencias con José Francisco Peña Gómez, a quien conocí siendo muy joven.
Teníamos 16 años cuando arribó a la patria el PRD (1961) con su local ubicado en la calle El Conde número 13, sitio histórico por estar frente al parque Colón, que a su vez estaba al lado izquierdo de la Catedral Primada de América.
Cuando Juan Bosch ganó las elecciones de 1962, como es de suponer, la juventud ávida de libertad nos lanzamos también a la búsqueda de empleos y abarrotamos el local del PRD en ese afán, cuando aproximadamente a las 4:30 de la tarde llegó un compañero con voz de trueno y al ver la anarquía que había ordenó que se hicieran tres filas para anotar los nombres, dirección y números de cédula de los que estábamos allí.
A mí me tocó en la fila en la que él estaba anotando y faltando 10 o 15 compañeros, llegó una persona con una funda de panes rellenos de queso, salchichón y mantequilla, una especie de “sandwich” que en el barrio donde yo vivía (Los Mina) le decían “cerro de carreta”, por aspero.
Todos nos quedamos en la fila, azorados, hambrientos y mirando cómo ese joven «devoraba» ese pan. Levantó la vista y cuando vió cómo lo mirabamos, con voz autoritaria llamó a la joven que le llevó el sandwich, le pidió “traiga uno de los vendedores de friquitaki que están en el parque”, cinco minutos después llegó uno con una canasta por mitad, y el joven ordenó que cada uno de los que estabamos en la fila tomaramos uno.
Ese joven era el doctor José Francisco Peña Gómez, así lo conocí y desde ese momento comenzó mi admiración y respeto por él.
Por David Williams