Venezuela es una nación muy rica, poseedora de las mayores reservas de petróleo del mundo, cuya economía quedó degradada a la de un país del Tercer Mundo, matizada por la pobreza con un angustioso cuadro económico-social que no ha sido conjurado durante el cuarto de siglo de gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
La Revolución Bolivariana emergió en medio del fracaso de un tipo de capitalismo endosado por una oligarquía asociada a grandes multinacionales, cuyos gobiernos se convirtieron en fábricas de corrupción y pobreza, ante lo cual el incipiente liderazgo de Chávez tuvo un tinte emancipador.
Ese tipo de modelo capitalista preservó en Venezuela valores intrínsecos de la democracia política, como separación de poderes, sistema electoral, libertades públicas básicas, incluidas las de prensa y empresas, aunque esos esquemas fueron diezmados a través de prácticas desleales empresariales para monopolizar las riquezas y agravar la situación de miseria de la población.
El liderazgo de Chávez nació con el apellido de la Revolución Cubana, de la que en principio asimiló su espíritu internacionalista con la democratización del crédito en las exportaciones de petróleo a economías de Centroamérica y el Caribe que no podían solventar los altos precios del combustible.
El gobierno chavista impulsó subsidios sociales en favor de los sectores vulnerables, al grado que los cerros venezolanos, otrora madrigueras de pobreza y exclusión, se convirtieron en paraísos terrenales porque el Estado suplía necesidades básicas de miles de familias.
El error de Chávez fue enfundarse el uniforme de Fidel, sin darse cuenta de que recibiría el mismo trato que el imperio dispensó al líder cubano, por lo que Washington bloqueó las inversiones en infraestructura que Venezuela requería para impulsar la industria petrolera. La deuda pública supera hoy los 160 mil millones de dólares.
Corrupción y populismo infectaron la cúpula del régimen bolivariano, a tal grado que inhabilitó al consorcio Petrolero estatal, lo que acentuó la crisis en el gobierno de Nicolás Maduro que ha gestionado arrimarse a China, Rusia e Irán, sin darse cuenta que la tercera distribuidora de combustibles en Estados Unidos era propiedad de Venezuela.
Los sectores que procuran desalojar a Maduro del poder pueden ser iguales o peores que el heredero de Chávez porque son impulsados por las mismas multinacionales que succionaron las riquezas petroleras de la patria de Bolívar, ojalá que en el drama venezolano no se repita el estribillo aquel de que “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedios…”
Por Orión Mejía