La historia de dictadura, represión e intolerancia signó a América Latina desde antes de los 60s y después de los 80s, por lo que los aires de democracia se respiran hoy datan de apenas algunas décadas con el creciente peligro de ese sistema político retrocede en vez de avanzar.
Son las condiciones materiales de existencia las que sustentan el entorno de la supra estructura jurídico-política de una nación y, por tanto, las relaciones entre clases sociales y de la sociedad con el Estado, o dicho de otra manera, la democracia camina de manos con el progreso y este con la justicia y la equidad.
El neo-liberalismo, como modelo económico y político, ha sido compatible con regímenes represivos, como fue con la dictadura de Pinochet, en Chile, pero pelea con otros que no aplican sus patrones, como el de Hugo Banzer, de Bolivia o Nicolás Maduro, en Venezuela.
La tasa de pobreza extrema en América Latina se situó en 13.8, un retroceso de 27 años, en tanto la moderada ascendió a 32.3%, una disminución de solo un punto porcentual después de la pandemia, lo que en termino real significa retroceso.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que al primer trimestre de 2022, la tasa de desocupación alcanzo un 7.9%, pero la mayor masa laboral en la región corresponde al trabajo informal, además de advertir sobre un aumento de la desocupación, la informalidad y de trabajadores pobres.
La CEPAL estima que la economía regional creció un 3% en 2022 y que crecería este año apenas 1,3%, una tercera parte de lo esperado, en tanto que la deuda externa creció un 5.6%, a 9.0 billones de dólares, pero como porcentaje del PIB disminuyó un 3.0%.
Se matiza un aumento de la pobreza extrema, estancamiento de la moderada, incremento del desempleo y de deuda publica en términos absoluto, lo que se traduce en más inequidad social y económica. ¿Creen ustedes que la democracia política puede consolidarse en ese escenario tan desolador?
La democracia dominicana no ha parado de avanzar, aun con tropezones, como tampoco ha cesado el crecimiento de la economía, aunque no así la distribución del ingreso, pero se asume como logros la recuperación y estabilidad macroeconómica.
Gobierno, clase política y sector empresarial deberían adjurar al insularismo y entender que lo que ocurra o deje de ocurrir en América Latina impactará aquí tarde o temprano especialmente sobre el espacio democrático, que no podría sobrevivir en el tiempo sin los pilares de la justicia social y la equidad económica.
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