El 31 de diciembre del año 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS), recibió reportes que apuntaban la presencia de un extraño tipo de neumonía, en la ciudad de Wuhan (China). De inmediato, las autoridades anunciaron el surgimiento de una nueva cepa de coronavirus, cuyo origen todavía permanece incierto (se especula que pasó de murciélagos a humanos, a través de una especie intermedia que sigue siendo un enigma).
Este artículo analiza algunas características de la teoría malthusiana, para intentar adaptar sus ideas, respecto al principio de la población, a las circunstancias actuales que vive el mundo, a partir de su recepción e impacto sociológico y económico, en la doctrina política, ideológica y científica, de la República Popular China.
Thomas Robert Malthus (1766-1834), fue un clérigo anglicano y erudito británico, con gran influencia en economía política y demográfica, además de ser precursor de las predicciones que señalan que los recursos de la tierra no serán suficientes para alimentar a la creciente población, entendiendo que la única manera de conservar la supervivencia humana es si se controla su natalidad.
Malthus, desarrolló una visión pesimista, sobre el futuro de la humanidad, afirmando que mientras la población se multiplicaba en progresión geométrica (1,2,4,8,16…), la capacidad de aprovechar los recursos naturales del planeta, crecía en progresión aritmética (1,2,3,4…), o sea, mucho más lentamente. Por consiguiente, se agotarán las provisiones hasta llegar al colapso o catástrofe sin precedentes.
Malthus, fue extremadamente conservador y en cierta medida un fanático del fideísmo, cuyo carácter se demostró cuando propuso utilizar medios artificiales o contrarios a las leyes de la naturaleza, para reducir la natalidad, a través de dos tipos de frenos: uno de carácter positivo, mediante factores que aumenten las muertes (guerras, hambres y epidemias) y otro de carácter preventivo, para reducir la natalidad (restricciones morales, anticonceptivos y abortos).
Malthus, llegó incluso a plantear consideraciones terribles acerca de la población más pobre, entre las cuales, señaló lo siguiente, cito: «Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, y si sus padres no pueden alimentarlo, y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de la alimentación y esta demás en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubiertos para él. La naturaleza exige que se vaya o no tardará, ella misma, en ejecutar la orden».
El malthusianismo, constituye una de las formas más tempranas de la explotación ideológica de la ciencia, en tanto que representa un modo de articulación indebida entre proposiciones científicas –sobre el potencial de crecimiento exponencial–, válidas no sólo para la especie humana, sino para cualquier otra caracterización existente en cuanto a la relación entre la tasa de crecimiento de la población y el medio de subsistencia.
No obstante, sus pronósticos acerca de la demografía, lograron calar profundamente en los movimientos revolucionarios del anarquismo socialista y de otras corrientes del socialismo que lo convirtieron en una fuente inspiradora de muchas naciones, inaugurándose entonces un pensamiento neomalthusiano que abrazó cuestiones de la población, como materia de políticas públicas, para culpar a los pobres de su insostenible pobreza fruto de su excesiva reproducción.
En el año 1949, la Revolución Comunista de Mao Zedong, asumió la doctrina marxista ortodoxa sobre el crecimiento de la población, negando que pudiese surgir algún problema una vez eliminada la propiedad privada. Sin embargo, hubo quienes se opusieron afirmando que urgía la necesidad neomalthusiana de planificar a las familias.
Mas tarde, en el año 1979, cuando finalmente el país asiático logra establecer la política del “hijo único”, el Partido Comunista Chino, fija como objetivo general, estabilizar la población, hasta el año 2000, entendiendo que, de no tomarse medidas drásticas, la inercia demográfica produciría un crecimiento desmedido que pondría en peligro los programas de modernización iniciados durante esa época.
Sin embargo, a pesar de que los chinos lograron un mejor control de la natalidad, el mundo, continúa creciendo en cifras absolutas más deprisa que nunca. Por eso, la teoría Maltusiana, está de regreso dentro de las discusiones de científicos, economistas y países desarrollados. Actualmente, el mundo que llamamos “Tierra” cuenta con más de 7,800 millones de persona y una buena parte de esa población, vive en países subdesarrollados de Asia, África y Latinoamérica.
Se espera que para el año 2050, con la tendencia actual, la humanidad, alcanzará la cifra de los 10,000 millones de habitantes: Una proyección que causa escalofríos nada más de pensarlo. El otro componente, según la “Ley de los Saldos Decreciente”, son los alimentos: El mundo, está agotando la capacidad de «tierra fértil» y peor aún, estamos siendo testigos de cómo otros factores inducidos por el hombre, están conspirando contra la producción de alimentos y el bienestar de la calidad de vida.
El informe más acucioso sobre el tema de la población y la alimentación, denominado: «Los Límites del Crecimiento», estuvo a cargo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en 1972, poco antes de la primera crisis del petróleo, cuya conclusión fue la siguiente, cito: “Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales, se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento durante los próximos cien años”.
Este informe fue retomado veinte años después, en 1992, bajo el nombre: “Más allá de los Límites del Crecimiento”, en base a los datos recolectados hasta entonces, donde se expuso que “la humanidad, había superado la capacidad de carga del planeta, para sostener su población”. Posteriormente, fue nuevamente actualizado en 2004, bajo el nombre: «Los límites del crecimiento, 30 años después».
En esa ocasión se abordaron discusiones sobre el imparable crecimiento de la población mundial, el aumento de la producción industrial, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación medioambiental y las tecnologías, entre otras cosas que señalaron además que “no puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial, ilimitado, en un planeta de recursos limitados”.
Thomas Robert Malthus, murió en 1834, aunque sus pensamientos continúan presentes con más vigor que nunca. Los análisis de expertos científicos indican que nuestro mundo avanza hacia su autodestrucción, por tanto, puede que la crisis sanitaria que nos golpea, tenga algo que ver o tal vez no con sus predicciones, pero, últimamente, suceden pronósticos agoreros sobre el porvenir de la humanidad, que interpelan directamente a nuestra especie y su capacidad, para auto preservar el planeta.
“Los humanos, nos hemos convertido en una plaga que está destruyendo la tierra”; así sentenció el naturalista británico, David Attenborough, el exceso de población. Este mensaje abunda en una idea de fuerza –El control de la población–, amparada en la extensa sombra del malthusianismo, que prevé la pauperización de la especie humana, por falta de recursos e incluso, su desaparición, si no median mecanismos de regulación periódica como guerras o pandemias.
Así pues, Attenborough, galardonado Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, en 2009, recoge casi dos siglos después, los ecos de la teoría neomalthusiana, para urgir a controlar el crecimiento desmedido de la población, antes de que lo haga la naturaleza, como ya está ocurriendo en algunas zonas de África, golpeadas ferozmente por la hambruna.
Otro escenario inquietante que pudiera sustanciarse como una representación dramática del malthusianismo, se corresponde con el masivo deceso de personas envejecientes, durante los primeros meses de la pandemia del Covid-19. Esos enfermos –presas de la edad–, llegaron a considerarse una pesada carga para el sistema sanitario, por tanto, probablemente, sus suertes terminaron en las manos de Thomas Robert Malthus.
Las pandemias son ensayos científicos reduccionistas, promovidos por corporaciones poderosas que se erigen como entes reguladores del status quo del planeta, para mantener el equilibrio demográfico de la humanidad. Sin embargo, nadie asocia su accionar con ninguna crisis antisemita de segregación social, sino más bien, se trata de un recurso natural que induce cambios selectivos para garantizar la permanencia de la vida.
Es decir, esos argumentos de los modelos más optimistas del mundo moderno, acerca de la demografía como explicación del hambre y la falta de recursos, en referencia a la desigualdad distributiva, prevén que “para regular la supervivencia del planeta” –el ciclo de la vida–, y “neutralizar su inoperancia”, es necesario delegar la gestión de los recursos en manos de las grandes economías del mundo, a fin de que sean ellas quienes “a través de medios preventivos” intenten revertir la curva demográfica.
Sin embargo, China, acaba de poner término a más de tres décadas de la controvertida política del hijo único, por lo que permitirá a todas las parejas casadas de su país, tener dos hijos, como respuesta al problema de envejecimiento que padece su población. Pero, a pesar de las predicciones sobre demografía mundial, el gigante asiático, aún no ha dado detalles sobre cómo afrontará el desafío para evitar incurrir en más sobrepoblación.
Actualmente, China, cuenta con 1,400 millones de habitantes que representan el 18% de la población mundial, por lo que, se estima que para el año 2040, según datos de la ONU, el país asiático será uno de los que más contribuirá con el aumento de la carga poblacional, porque habrá crecido cerca de 440 millones de personas (solo los mayores de 60 años).
Esta realidad, impondrá un enorme riesgo sobre los recursos que sostienen la vida del planeta, porque si se materializa la política reproductiva de China, al cabo de veinte años, entonces, estarían ocupando casi el 40% de la población global. Por consiguiente, ahora, el gigante asiático, necesita cuanto antes poner en marcha un plan a escala global, para introducir cambios demográficos extremos que haga espacio suficiente para su emergente población.
Es ahí, donde debemos buscar la génesis de la pandemia, para entonces comprender mejor lo que sucede y lo que queda por verse. Así, desde la perspectiva pragmática del malthusianismo, podremos prepararnos para afrontar los acontecimientos que se producirán en el mundo, los cuales supondrán un nuevo paradigma de modelo demográfico que resolverá una situación interna, en China, pero, a su vez, creará un inconveniente sin precedentes que pondrá una “bomba relojera” al resto de la humanidad.
Finalmente, existe un proverbio chino, el cual, ahora, aplica más que nunca y dice: “Una gran crisis crea una gran oportunidad”.
Por Fitzgerald Tejada Martínez