Érase una vez un gran león amarillo, casi verde por los años, que había sido rey de la selva en tres ocasiones, pero que, por andar en malas compañías y dejarse llevar de unos corruptos, de hacer todo lo que le decían, perdió su reinado y muchos años después intentó recuperarlo.
Al gran león ya le quedaba poco del color amarillo y ahora lucia casi completamente verde. Sabía que debía tener mucho cuidado si quería recuperar su antiguo reinado, sobre todo por su pasado, nada halagüeño.
El león con los años se había convertido en todo un maestro del BAM, o sea bulto, allante y movimiento, hace creer a sus contrincantes leones en la selva, con el pecho lleno de paja, que está más fuerte que todos.
El viejo león también padece de repentinos ataques de furia y se dejaba llevar del resentimiento, hasta el punto que afuerío a su compañera esposa, la leona Margarita.
Se ha convertido en un ser perverso, detrás de su sonrisa fingida, deja ver claramente que, de lograr recuperar su trono, no perdonará a nadie.
Al actuar león sólo le importa el poder, acostumbrado a no respetar los límites, quiere volver a disfrutar de la abundancia del pasado, para poder comprar a todo aquel que le sea contrario, como el mismo confesó una vez, en un periódico de la selva.
Pero al viejo león le afecta una vieja condición que, posiblemente le impedirá volver al poder, como ocurrió en torneos pasados, cuando trató de relegirse, tampoco es debido a la buena o mala gestión del actual rey.
El viejo gran león, ya finalmente cubierto de un intenso color verde lumínico, acompañado de sus grandes amigos las hienas, le es ya difícil esconder sus malas intenciones. El rumor y la desconfianza se han regado en la selva.
Dicen las malas lenguas, dizque que, contar de llegar al trono, se aliaría con los cocodrilos morados y las cebras, que no se sabe sin son blancas o negras de las ganas que tienen de seguir chupándoles las tetas a la única vaca que tienen viva en la selva, la que amamanta a los chimpancés recién nacidos.
Después de todo han dicho y siguen diciendo que el león es un tiguere, y que no importa todo lo bueno o malo que haya hecho en el pasado, sino en las buenas promesas que diga realizará en el futuro, no importa que pocos la crean, él piensa que es más de lo mismo, como los demás.
Por Ebert Gómez Guillermo