El mundo gira sobre la maldad humana

Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha sido testigo de un fenómeno inquietante: el mal parece ser una fuerza motriz en el mundo. Las guerras, la corrupción, la injusticia y el sufrimiento no son excepciones, sino constantes históricas. ¿Será que el mundo, en efecto, gira sobre la maldad? es la pregunta.

Filósofos como Thomas Hobbes afirmaban que el hombre es lobo para el hombre, y la historia parece darle la razón. Actos de crueldad, desde genocidios hasta la explotación del más débil, sugieren que el egoísmo y la violencia están profundamente arraigados en nuestra naturaleza. Incluso en la vida cotidiana, la mentira, la traición y la indiferencia ante el dolor ajeno son pan de cada día.

Los sistemas políticos y económicos, en lugar de buscar el bien común, a menudo se convierten en maquinarias de opresión. Gobiernos corruptos, corporaciones sin escrúpulos y líderes que priorizan el poder sobre la ética demuestran que, en muchos casos, la maldad no solo es tolerada, sino recompensada.

Frente a este panorama, cabe preguntarse si la bondad es una excepción o una mera fachada. Aunque hay actos heroicos y personas que luchan por un mundo mejor, muchas veces parecen gotas en un océano de oscuridad. La indiferencia global ante crisis humanitarias o el cambio climático refleja una priorización del interés propio sobre el colectivo.

Vivimos en una realidad donde la maldad no solo existe, sino que a menudo triunfa. La injusticia se normaliza, la corrupción se premia y el sufrimiento ajeno se ignora. Ante este panorama desolador, cabe preguntarse: ¿qué futuro nos espera si el mundo sigue alimentándose de la crueldad?

El reloj de la civilización avanza, pero sus manecillas parecen marcar no el progreso, sino la cuenta regresiva hacia un abismo. ¿Qué ocurre cuando la humanidad, en su arrogancia infinita, agota no solo los recursos del planeta, sino también su propia capacidad de discernimiento?

Si el mundo gira sobre la maldad, entonces la verdadera rebeldía es elegir la compasión. Aunque la sombra parece dominar, la luz depende de aquellos que se niegan a aceptar la crueldad como norma. Quizá el problema no sea que el mal gobierne el mundo, sino que los buenos se rinden demasiado pronto.

No hay un plan maestro, solo caos disfrazado de orden. Y cuando el disfraz se caiga, el shock será brutal. Entonces la maldad no tiene cara ni principios ni ética. Es una barbarie!

Por Luis Ramón López

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