Al asumir su segundo y último mandato de gobierno, el presidente Luis Abinader invita a la nación a recorrer un ancho camino hacia la prometida tierra de desarrollo, adornado de rosas y espinas, aunque con su apasionado optimismo, aspira a que la población perciba más el olor de las flores que los ramalazos de aguijones.
El mandatario disfruta de su mejor momento político porque la economía crece en condiciones de estabilidad en casi todos sus indicadores, porque las falencias sociales se guardan bajo alfombra de subsidios estatales y porque emprende un segundo mandato ataviado con todo el Poder otorgado por los electores.
Por si todo eso no fuera suficiente, la oposición política sufre anemia crónica y limitación motora a causa de una vieja dolencia de división en el otrora poderoso PLD, sumido hoy en unos de los pantanos de la Divina Comedia, lo que facilita al gobierno emprender iniciativas sin contrapeso ni réplica efectiva.
El Presidente pudo disminuir niveles de presiones internas hacia dentro del partido oficial y del gobierno, con hábil recomposición de su gabinete civil y militar, además del control del Congreso. Con ese poderío, la Asamblea Revisora aprobará la reforma constitucional antes de que pestañe un pollo.
Circunstancias externas favorables permiten al jefe de Estado exhibir un liderazgo regional coincidente en el tema de Venezuela con otros estadistas de la izquierda latinoamericana como Gabriel Boric, de Chile; Gustavo Petro, de Colombia y José Manuel López Obrador, de México.
Las espinas en el camino que desbroza el Presidente estarían mayormente concentradas en el sector externo, matizado por los conflictos en Medio Oriente y Ucrania y el zigzag en la economía de Estados Unidos, lo que presiona precios de los commodities y combustibles, así como la cuenta corriente de la balanza de pagos.
Ese sería el motivo por el cual el mandatario resaltó con la estabilidad de la macroeconomía, las reservas internacionales del Banco Central (US$15 mil millones), el control de inflación por debajo de la meta del banco emisor y el aumento de la inversión extranjera directa (US$4,330 MM).
La reforma fiscal representa la gran astilla que haría sangrar los pies del Gobierno si no pone debida atención a cada paso que mude en esa dirección, mas aun cuando el presidente endosa el compromiso de que sustente un caudal de obras, que hoy se financian con endeudamiento público, además de su motivo principal, el de disminuir el déficit fiscal.
Ante una oposición política débil y desorientada por el lado del PLD, a la población no le queda más opción por el momento que confiar en la promesa del Presidente, de usar todo el Poder que detenta de manera racional, en beneficio del pueblo dominicano.
Por Orión Mejía