He recorrido, durante años, los rincones más empobrecidos de toda la geografía nacional, en mis labores sociales. Mi mano amiga ha alcanzado solo a dominicanos, porque son tantas sus necesidades que no hay forma humana de solventarlas en estos difíciles tiempos y eso nos llena de impotencia.
He visitado en dos ocasiones en mi vida la hermana República de Haití y sus líderes más sensatos están convencidos de que la élite empresarial de su país y la enorme corrupción política son las responsables de sus crisis, cuyas soluciones deben provenir de los mismos haitianos.
Durante años, fuimos irresponsables con la migración masiva de haitianos, y por primera vez en la historia, entiendo que desde las más altas instancias de poder se está manejando la situación conforme a los intereses nacionales, sin ceder nuestra soberanía a poderes extranjeros.
La gravedad de esta crisis llegó hasta donde la sumisión y la irresponsabilidad le permitieron llegar. Y alguien tenía que frenarla en vez de gestionarla. El presidente Luis Abinader, en simples palabras, logró sintetizar un clamor nacional, “no puede haber una solución dominicana a la crisis de Haití”, postura valiente y correcta.
No tenemos que construir hospitales del lado dominicano, los hermanos haitianos deben hacerlo de su lado, y si es posible, mejor con la ayuda de sus defensores extranjeros.
Ya era tiempo de detener el asistencialismo a los ciudadanos en condición de ilegalidad, eso es atribución de todos los países soberanos.
La ONU no puede obligarnos a que en esta brutal crisis global asumamos los costos de salud de los ilegales.
No tenemos que dar sugerencias ni plantear soluciones a problemas ancestrales y ajenos, sobre el asunto de Haití y la mal llamada Comunidad Internacional, porque esa no hace causa común con nadie, solo teoriza.
Solo nos queda cuidar nuestras fronteras, que ya de por sí tiene un alto costo, y seguir dando un trato amable y hospitalario a todo extranjero que se encuentre en el país en condición de legalidad.
En cuanto a las parturientas o enfermos que presenten situaciones de emergencia, dar la asistencia médica de rigor, y luego, si son ilegales, proceder a su deportación.
Propicio es el momento para sugerir una gran cadena de oración en favor de nuestros hermanos de Haití, para que más temprano que tarde logren salir adelante. Y reitero que no hay nada más grande que el poder de la oración y ese es nuestro principal aporte.
Por Alejandro Asmar