Nunca he logrado conciliar los resultados económicos con la realidad que vive el país, sé que los entendidos en la materia tendrán mil razones para argumentar, yo, sencillamente, me remito a los hechos, atendiendo al socorrido postulado que establece que “la vida se mide por resultados”, y resulta que los resultados nos dicen que cuando la economía del país crece, no necesariamente estamos incluidos todos en ese crecimiento.
Dicho esto, lo repito nuevamente, no logro conciliar los avances que en materia económica experimenta la República Dominicana, con la realidad que viven nuestros ciudadanos. Cuando experimentamos una mejoría económica, esto se ve necesariamente reflejado en el hogar, en la persona, en fin, en las condiciones de los que nos rodean.
Siendo que el Estado es el hogar de todos, si éste mejora sus ingresos económicos, pues, es lógico pensar que todos debemos experimentar, de manera equitativa claro, por lo menos, algún tipo de mejoría producto de ese estado de bonanza económica.
Todo esto viene a cuento por unas declaraciones aparecidas en la prensa dominicana, en las cuales el empresario Lisandro Macarrulla, expresidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) y de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), valora que República Dominicana se proyecte como el país de mayor crecimiento económico en Centroamérica para el año entrante.
Está claro que estas afirmaciones no son de la autoría del señor Macarrulla, si no, que se corresponden con el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde se proyecta que la economía dominicana experimentará el mayor crecimiento económico de la región, incluso por encima de países como Panamá y Guatemala.
No es mi intención negar la certidumbre del informe aludido, mucho menos las declaraciones del señor Macarrulla, de lo que se trata, es de aclarar que esos beneficios no necesariamente se traducen en bienestar para los sectores más vulnerables de nuestro país y el mejor ejemplo de esto es lo que acaba de ocurrir a raíz de los torrenciales aguaceros del pasado sábado 18 de noviembre, que aún no se cuantifican de manera definitiva.
Sobre todo, porque hace apenas un año, pasamos por las mismas vicisitudes incluyendo pérdidas humanas y daños significativos a la propiedad, y los correctivos no se han aplicado, es más, ni siquiera han estado en agenda de estudio y revisión.
Aclaremos algo, al empresariado dominicano no le interesa el bienestar del pueblo, le interesan sus negocios y eso está bien, porque de eso se trata su accionar, de hacer negocios.
Pero en sus declaraciones, Macarrulla dice lo siguiente: “la sinergia entre ambos sectores, público y privado, es esencial para garantizar un crecimiento sostenible y duradero que beneficie a toda la sociedad dominicana”.
Y ya que hablamos de sinergia, corresponde entonces al Estado dominicano, crear las condiciones para que, así como el sector privado es beneficiado, de igual manera lo sea la sociedad en sentido general, como consecuencia de la bonanza económica pronosticada por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Por Daniel Rodríguez González