El pueblo está de luto tras la tragedia del Jet Set

A veces, las palabras no alcanzan. A veces, todo lo que uno puede hacer es quedarse en silencio, con un nudo en la garganta, viendo cómo el dolor se riega como pólvora entre la gente.

Eso fue lo que pasó con la catástrofe del Jet Set. Un lunes cualquiera, que prometía música, alegría y el calor de la gente, se convirtió en una noche negra para todo un país.

Dominicana está de luto. No es una frase hecha. Está de luto de verdad. Porque lo que ocurrió no fue solo la pérdida de vidas en un accidente más. Fue un golpe en el corazón de nuestra cultura popular, de nuestra alegría, de nuestra forma de ser. Murieron artistas, músicos, figuras del deporte, rostros que nos acompañaron por años y que nos alegraron tantas veces.

Murió Ruby Pérez, una de las voces más queridas del merengue. Murió el pelotero Octavio Dotel, orgullo de nuestra tierra. Y con ellos, otros nombres que también tenían un lugar en el corazón de muchos dominicanos.

¿Cómo se explica que un lugar tan icónico, tan lleno de recuerdos, se convierta en escenario de una desgracia como esta? ¿Cómo se le dice a una madre que su hijo salió a cantar y no volvió? ¿Cómo se consuela a una esposa, a un padre, a una comunidad entera que todavía no puede creer lo que pasó?

Esto ha tocado a todos, ricos y pobres, capitaleños y cibaeños, jóvenes y viejos. Porque no se trata solo de nombres conocidos. Se trata de vidas. Se trata de un país que hoy se mira al espejo con los ojos llenos de lágrimas y se pregunta: ¿por qué?

Nos duele el alma. Nos duele ver los videos, escuchar las voces rotas por el llanto, ver los homenajes, sentir el peso de la ausencia. Nos duele ver cómo una noche de música terminó en tragedia. Nos duele porque somos un pueblo alegre, pero también somos un pueblo sensible. Y cuando uno de los nuestros cae, todos lo sentimos.

Y hay algo que no podemos perder de vista: aún estamos en medio de esta tragedia. Todavía hay familias esperando noticias, todavía hay detalles por confirmar, todavía hay corazones rotos que no terminan de asimilar lo que ha pasado.

Por eso, se necesita comedimiento. Hay que manejar la información con respeto, con responsabilidad, sin afán de primicia ni de morbo. No podemos echarle más sal a una herida que ya duele demasiado.

Ojalá esto nos deje algo más que dolor. Ojalá nos enseñe a cuidarnos más, a valorar cada minuto, a revisar cómo hacemos las cosas. Pero hoy, no estamos para discursos. Hoy, lo que toca es llorar juntos, abrazarnos como pueblo, y no olvidar jamás a los que se fueron.

Descansen en paz.

Por Daniel Rodríguez González

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