La invitación, desafío, reto o pedido a “que me caigan atrás” que el presidente Luis Abinader lanzó a la oposición se podría interpretar como una implícita y sincera admisión de que el mandatario está en campaña proselitista con mira a las elecciones del 2024, aun cuando debería ser el más reservado de quienes andan en esos mismos quehaceres.
Pero lo que resulta extraño es que esas declaraciones del Mandatario pasaron casi por desapercibidas para el conjunto de la oposición, con una que otra excepción, no obstante la trascendencia que les asignó los medios escritos y televisivos que haciendo uso de un fino periodismo interpretativo la calificaron como invitación, desafío, reto del presidente Abinader.
Y es que esas declaraciones del Jefe del Estado no parecen dejar dudas de que se trata de una implícita y solapada insinuación a la oposición a que se lance al laborantismo electoral, y demuestre que tiene suficiente capacidad y resistencia para que “me caigan atrás” en esta larga carrera con mira a los comicios del 2024.
Esto porque se sobreentiende que la invitación, reto o desafío que le hace el virtual candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno a la oposición, no es para que compitan en quien emprenda más alternativa de solución en beneficio de la población, porque esas son atribuciones propias del Gobierno.
Haya o no querido el presidente Abinader expresarlo en esa línea de predicamento inferimos que la invitación, desafío, reto, es a la competencia en el terreno electoral, en el que el mandatario parece que se siente bastante cómodo desarrollando una apretada agenda de actividades diarias, que se triplican en cada fin de semana.
Y en esas actividades oficiales y oficiosas, cada día se hace más evidente el montaje de la campaña reeleccionista, con pancartas elaboradas, y más prolíficas consignas de “cuatros años más” montadas para que los asistentes se expresen en la inducida dirección de lo que se busca: No dejar dudas de que el presidente Luis Abinader será el candidato a la reelección por el PRM.
Por Rafael Méndez
*El autor es periodista y exdiputado