Los seres humanos somos todos diferentes, cada uno es único e irrepetible, por eso debemos respetar las creencias religiosas que profesan los demás.
El tema viene a colación, debido a que, de manera personal, no acostumbro ir a la iglesia, realmente no me enseñaron a eso. Mi difunta madre, en ese sentido, era un poco rara, solo creía en un santo llamado “El Gran Poder de Dios”, al cual siempre le pedía y hasta le encendía velones.
Solo una vez asistió a la iglesia a escuchar misa, debido a que estuve muy enferma y ella pensó que yo me iba a morir.
A todo esto, se le suma el hecho de haber tenido siempre muy de cerca, a personas que, a pesar de no faltar nunca a misa, en su diario proceder, dejaban mucho que desear. Cosa que también respeto.
En ese sentido, me encantó el proceder de una amiga muy cercana, a quien quiero mucho, y que es un modelo a seguir como persona que realmente está en los caminos de Dios.
Me pidió que aceptara la visita de algunos miembros de la iglesia a la cual asiste, es una especie de peregrinación muy hermosa que realizan por distintos barrios.
Me explicó que lo único que debía hacer, era preparar una mesita con una vela, y que la actividad sería breve.
Con toda la sinceridad y espontaneidad que me caracteriza, le dije que no, que ese tipo de actividades no me motivaban. Ella aceptó mi respuesta sin intentar convencerme, respetó mi posición, lo cual agradecí sobremanera.
Obvio que ella conoce muy bien mi forma de proceder, de todos modos, agradecí su actitud, pero debo agregar, que luego de ver en que consistía lo ofertado por ella, fue tan hermoso, que cuando el grupo se paró en la casa de una vecina, no pude resistir tanta belleza y me uní a la actividad, con toda la emoción posible, tanto que autoricé a mi amiga, para que me incluya la próxima vez, y le sugerí poner más pasión al momento de realizar el trabajo de promoción. Sinceramente, creo en Dios.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica