Las personas que cargan sobre sus hombros varias decenas de años, como es mi caso, en ocasiones, aún sin proponérselo, suelen comparar el pasado con el presente, sobre todo en lo relativo al tipo de crianza.
En el pasado, aquellos tiempos en que la comunicación era cara a cara (nadie chateaba por WhatsApp), nos sentábamos en el contén de la acera y jugábamos, o, simplemente, conversábamos sanamente, éramos felices y no lo sabíamos.
Ahora, cuando la tecnología se ha adueñado de la forma de actuar de jóvenes y adultos, en casi todos los sentidos, para muchos de nosotros, se ha transformado la manera de comunicarse y de compartir, en fin, la forma de comportarse en el presente, en su mayoría, no siempre son de nuestro agrado.
Pero, por otro lado, doy gracias a Dios porque, en lo referente a la educación y disciplina de los hijos, la diferencia entre el ayer y el hoy, es extremadamente notoria.
Cuando era niña, debido a la precaria condición económica de mi madre, tenía que estudiar en escuelas públicas, y nunca conocí o visité un psicólogo, excepto aquel que era representado por un “vejigazo”, cuando cometíamos algún error, nos poníamos de malcriados o, simplemente le faltábamos al respeto a alguien.
Llamó mucho mi atención, en un programa matutino, ver a un comunicador, joven aún, burlarse del hoy llamado “bulling”, explicando que, cuando él era niño, esto se resolvía, cuando las partes se citaban para resolver la situación a la salida, y terminaban a puros puñetazos, y cuando la situación era muy grave, eran llamados a la dirección del colegio, la cual era una especie de “cuco”, que imponía una sanción, y solo en casos extremos, eran convocados los padres.
Afirmaba, de manera muy jocosa, que ahora, frente al primer intento de violencia, los padres son convocados y deben presentarse acompañados del niño, para ser evaluado por el psicólogo, para que este resuelva hablando, lo que antes se arreglaba a puros golpes.
Me causó mucha gracia la forma jocosa como establecía la diferencia entre el ayer y el hoy, pero me quedo con este último, pues, gracias a los avances de la ciencia, a temprana edad, se puede trabajar a tiempo el grado de violencia que pudiera presentar un niño, y trabajar en él aspectos que pudieran tener graves consecuencias en el futuro.
Es muy importante observar de cerca el comportamiento de nuestros hijos, no justificar sus malas acciones, y acudir respetuosamente, cuando recibamos una convocatoria de la escuela o colegio donde esté recibiendo las enseñanzas, acorde al grado en que esté. Un niño violento, cuya conducta no se trabaja adecuadamente, puede ser un futuro asesino. ¡Ojo con eso!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)