En varios países de Sudamérica, existe la tradición de grupos de teatreros que organizan grupos de expresión popular que pululan en las barriadas de Uruguay, Chile, Argentina, pero para este caso, nos interesa un país con un presidente que guarda semejanza con un personaje: El Loco de la Estación.
La Murga, juega un papel preponderante en las fiestas de carnaval y en las fiestas de navidad. Son personajes excéntricos de la vida cultural de varios países, que representan la visión popular del diario vivir, sin ataduras ni medias tintas.
Muestran, artísticamente, con discordantes músicas y actuaciones, la realidad de un mundo relegado por la alta sociedad, pero adónde bajan a disfrutar de la abundancia de historias que de alguna manera marcaron esos pueblos. Es, simplemente, una forma de mostrar la hipocresía de la clase alta de esas sociedades.
Pero lo más cruel, es comparar al Loco de la Estación, un personaje inmundo que vive en los muladares de las estaciones del tren, diciendo mentiras, fingiendo realidades esotéricas y sumergiéndose en las trivialidades de una sociedad que lo relegó a vivir en un mundo creado sólo por él.
El presidente de Argentina, Javier Milei, es una copia fiel del Loco de la Estación, actuando en una contra farsa política y económica que lo sitúa, por su enfoque, dentro de un mundo de fantasías.
Milei, quién debe andar sufriendo del Trastorno Bipolar, se la ha entregado en diatribas con gobernantes de más de veinte países que antes eran afines a los planes de Nación de Argentina.
Cuando el mandatario de marras enfoca la geopolítica actual, se desliza hacia un ángulo diametral a los intereses de su nación, poniendo en entredicho acuerdos y disposiciones que se enfocan al desarrollo sostenible.
El Tren de los Sueños es algo parecido al hogar donde los que carecen de un amueblado intelectual van a cebarse cuál árbol exquisito y hacer imaginaciones espurias.
El asunto de gobernanza no es para crear espacios imaginarios. Los acuerdos del antiguo bloque Mercosur, los tratados internacionales firmados con países que al día de hoy no les son afines a Milei, refrendados, deben seguir su curso ejecutorio, pues, son compromisos de Estado.
Nadie en su sano juicio optaría por desconocer los planes de Estado Nación. Un mandatario está hoy, mañana, pasa al vagón de historia, mientras el país persiste y sigue su agitado curso, como la vida.
El tren de los sueños ya partió y el último vagón está destinado para guardar el fracaso de políticas de Estado que procuran una guerra diplomática que sólo se gana en la mentalidad enferma del gobernante de turno en la Argentina. Es, simplemente, un turno.
Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros