Faltan muchos años antes de que la contienda electoral dominicana se acerque al nivel de transparencia, equidad y conciencia que caracteriza a los procesos electorales de Europa, pero alienta saber que hoy en día es muy superior a la mayoría de las naciones del continente, incluido Estados Unidos.
Eso no quiere decir que no prevalezcan riesgos de contaminación de la voluntad popular, pero son menos que los de aquellos aciagos días cuando la punta del fusil militar o policial blandía el color del fraude electoral o cuando la guardia irrumpía en recintos electorales para recontar sufragios y rellenar actas.
Entre los rezagos que aun conturban la sanidad del voto figura el Tribunal Superior Electoral (TSE), cuyas sentencias parecen siempre emitidas con el propósito de flagelar y no de administrar justicia o ejercer con dignidad su rol de arbitrar.
Para entender el avance de la democracia electoral se remite a las elecciones de hace cuatro años, suspendidas por “razones técnicas”, cuando gran parte de los votantes había ejercido el sufragio y otra en los colegios electorales, sin que aquí se desatara ninguna poblada o revolución.
Ya no se hace referencia a los términos “fraude” o “matadero electoral”, aunque la oposición suele denunciar compra de votos, clara señal de que tales falencias pueden ser superadas con el concurso de la Junta Central Electoral (JCE), Gobierno y liderazgo político.
Aún con redes sociales portadoras de mensajes difusos, afrentosos y difamatorios, el electorado esta hoy mejor informado e ilustrado sobre los discursos electorales, por lo que se supone que el 19 de mayo se consolidaría la calidad del voto.
¿Cuál sería el porcentaje del voto duro o firme que cada candidato o partido tienen asegurado? Eso deberían saberlo los estrategas electorales, pero los comicios pueden definirse por el voto de los aun indecisos, razón por la cual banderías pugnan por esa franja de votantes.
Lo de primera o segunda vuelta electoral estaría condicionado por la prevalencia del segmento electoral descrito, pero también por la efectividad o alcance de los discursos electorales, por lo que mansos y cimarrones no deberían confiarse en la fatídica formula del chicharrón de pollo y los 500 pesos.
Durante los próximos 15 días partidos y candidatos tirarán las puertas por la ventana, en intención de arribar al 19 de mayo con las mejores perspectivas de triunfo, pero todos deberían recordar el viejo aforismo de que para ganar hay estar dotado de la razón, sin sobrepasarse.
Por Orión Mejía