Es Viernes Santo, un día especial para las personas que vivimos en los barrios populares de este país. Aunque amaneció un poco frío, estoy segura de que tan pronto el sol abra sus grandes y calientes alas, muchos vecinos, sacarán a las calles, las piscinas inflables, las cuales han llenado con mucho sacrificio, sangrando el agua medida que llega a la tubería, y los niños disfrutarán más que muchos que están vacacionando en grandes hoteles.
Algo muy común es que muchas mujeres, disfrutan unas largas y hermosas trenzas, otras modelan sus pestañas postizas. No puedo dejar de mencionar el alcohol, el cual se convierte en un artículo de primera necesidad.
Me levanté temprano, puse a llenar mis tinacos, hice una parte de la cuota asignada de oficios que me corresponde realizar hoy, cuidando no excederme, pues a mi edad, no hay que ser tan hacendoso.
Luego de desayunarme, mientras converso con un vecino, llega alguien, a quien nunca he visto ir a la iglesia, pero ambos tuvimos que recibir un ritual que ella nos hizo, con unas hojas verdes en las manos. No entendí, pero igual nos dejamos llevar.
Pasados algunos minutos, busco el libro de Isabel Allende, “La suma de los días,” el cual estoy leyendo por segunda vez, encontrando que en la página 79, le faltó una s, lo que me hizo llegar a la conclusión, de que no debo ser tan histérica, revisando tantas veces un humilde artículo que mando a publicar, total, como dicen en este país: “A cualquiera se le muere un tío.”
Hago una pausa en la lectura, entro a Youtube, y me pongo a oír algunas canciones que me gustan, y encima de ellas, me pongo, como decía mi madre, a “berrear”, privando en que soy una artista muy cotizada.
En ese momento recibo de parte de mi vecina más cercana, un pote de habichuelas con dulce. Aprovecho para reconocer que tengo una debilidad tan grande por ese dulce tradicional, que me resulta muy difícil parar de comerlas, gracias a Dios que esto no sucede muy a menudo.
Mientras todo esto sucede, recibo una camiseta color rojo intenso, con un mensaje cristiano, de parte de un vecino muy querido. A él se la regalaron, pero alegaba que la misma parece de mujer o de “pájaro”, y decidió obsequiármela.
Uno de mis deseos de este santo día, es que no llueva, pues muchos niños y jóvenes del barrio, se dan a la tarea, de llenar muchas funditas plásticas de agua, y lanzarlas hasta que exploten al chocar con cualquier superficie. Cosas de los barrios populares.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)