Una mañana, mientras veía el final de la excelente serie francesa Lupin, oí la siguiente frase: “No se debe confiar ni en el que siempre llega tarde, ni en el que llega siempre demasiado temprano”.
La detuve por unos instantes y me puse a meditar, debido a que todo el que me conoce sabe lo estricta que soy con la hora, especialmente desde que aprendí de una excelente maestra que “la hora es la hora”. El incumplimiento de los horarios para mí es una falta de seriedad y respeto.
La frase tiene mucho sentido, pues, en el primer caso, tan pronto nos manejamos con personas que irrespetan la hora, automáticamente sabemos que no podemos confiar en ellas.
La segunda no es tan fácil de asimilar como la primera, pero sí pude relacionarla con una historia que escuché a una persona contarle a otra, y obvio, que yo de “comeboca”, me quedé muy atenta hasta oírla entera.
Narró que conoció a una persona del área financiera, con una gran cantidad de empleados bajo su supervisión. Su desarrollo profesional, era impecable, con un grado muy alto de profesionalidad.
Su principal característica era la ser el primero en llegar; obtuvo de su superior inmediato copia de la llave de entrada, esto con el objetivo de mantener siempre al día su trabajo.
La conclusión de la anécdota fue que este señor hizo todos los amarres necesarios, para de una manera magistral lograr transferir varios cheques de la empresa a su cuenta personal, y obviamente desaparecer casi todas las evidencias.
De manera personal, esta historia me despejó cualquier duda que me quedara en torno al tema. Sigo apegada en que para mí no son confiables las personas incapaces de respetar el tiempo de los demás, pero todas las reglas tienen sus excepciones, siendo varios los motivos que llevan a una persona, por ejemplo, en lo laboral, a llegar antes del horario que le corresponde. Seamos puntuales y todos confiarán en nosotros.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica