Las amplias expectativas creadas en torno al cambio habían de imaginarse. La población dominicana en su mayoría está esperando la llegada del 16 de agosto próximo como si fuera un niño en la época de la inocencia esperando la llegada de los Reyes Magos. Y no es para menos, el deseo arraigado de ver salir del gobierno al último emperador morado se ha convertido es un anhelo colectivo furibundo.
Esto se traduce en una espera que en el lapso de tiempo le han puesto piedras en el camino con tandas de apagones de larga duración, inauguraciones de obras sin terminar, desabastecimiento de hospitales sin importar la crisis sanitaria, acciones policiales reñida con las leyes y la Constitución, atropellos contra trabajadoras de la salud, saqueos mal disimulados de oficinas, retención de pagos a suplidores del Estado, y toda una gama de acciones propias de aquellos que saben que se van y no volverán sin tener en cuenta que tarde o temprano las justicia terrenal y divina aplicarán el castigo ineludible que merecen los infractores.
La gran ventaja o enseñanza que nos deja el proceso electoral pasado, y su consiguiente espacio de tiempo de transición, es que lo que se vislumbra es un manejo correcto de los recursos del Estado y eso se refleja en la tesitura moral que poseen los anunciados integrantes del gabinete presidencial quienes por sus trayectorias en la vida pública y privada irradian la necesaria confianza para presumir que realizarán el mejor del accionar administrativo y financiero para la salud de la economía nacional y el restablecimiento de la confianza perdida en los funcionarios públicos.
Uno de los motivos fundamentales de esa euforia colectiva por la llegada del cambio lo es la promesa reiterada de una administración de justicia como un poder independiente, como está establecido en nuestra Constitución en el Artículo 4.- Gobierno de la Nación y separación de poderes. Los dominicanos anhelamos que en la práctica diaria sea así, que la justicia sea para todos y que el peso de la Ley recaiga sobre todos aquellos que durante el funesto transcurrir de la dinastía morada mal usaron los recursos del Estado en provecho particular. No nos podemos cegar, los votantes en un amplísimo porcentaje sufragaron para que le apliquen justicia a quienes se ufana al ostentar riquezas injustificables que a simple vista, y no tan simple, es fruto de indelicadezas, y de paso, a aquellos que de manera oculta o no, han contribuido a ese ejercicio indecoroso de la función pública.
Otro elemento con el que la población sueña es un sistema confiable de salud para todos los dominicanos y en esa dirección, sin haber asumido la presidencia el próximo mandatario, licenciado Luis Abinader Corona, anunció tener en carpeta la inclusión en el Seguro Familiar de Salud a dos millones de dominicanos y para diciembre de este mismo año el 100 % de los dominicanos tendrá acceso a los servicios de salud.
Pasamos entonces a la educación de calidad, acorde a la realidad de los tiempos es también una preocupación latente y el anunciado ministro de Educación, doctor Roberto Fulcar, ha venido ofreciendo, con claridad meridiana, los detalles de la ruta a seguir para alcanzar una educación que raye en lo excelente para que el país salga de los pésimos lugares que ocupa en las evaluaciones internacionales en ese importante y significativo sector.
En el mismo tenor, la seguridad ciudadana, una demanda impostergable que amerita también especial atención. Tal parece que será así porque el próximo ministro de Interior y Policía, Jesús Vásquez Martínez, tiene como meta realizar una gestión transparente al frente de la política de seguridad ciudadana, este quiere desarrollar una política de seguridad que sea sustentada por los más diversos sectores de la sociedad dominicana y dice estar comprometido con hacer un ministerio de Interior y Policía transparente y devolverle la tranquilidad a los dominicanos.
Y así se puede observar que en la persona de los demás ministros, directores y otras clasificaciones de funcionarios anunciados como son los de: Administración Pública, Aduanas, Obras Publicas y Comunicaciones, Economía y Planificación, Impuestos Internos, Deportes y Recreación, Administrativo de la Presidencia, Presupuesto, Juventud, Medio Ambiente, Industria y Comercio, La Mujer, Turismo, entre otros no menos importantes, prima el deseo inculcado por la necesidad nacional del cambio, de hacer una gestión ejemplar.
Es bueno recordar lo que dice un viejo zorro de la política dominicana que encabezando el coro afinado de la voluntad popular dice: “El gobierno del cambio tiene que hacerlo bien y no repetir errores”, y para eso debe existir un acompañamiento del PRM y aliados, la sociedad dominicana en general.
Resultando así el valor histórico, político y social del 16 de agosto de 2020 no será empañado por la ausencia en el traspaso de mando de un engreído, ese que quiso ser el jefe absoluto de país y desde el palco alegre de la circunstancias observaremos con regocijos los días oscuros que les esperan al dictador derrotado.
Por Luis Aníbal Medrano S. (luisanibal.medrano@gmail.com)
*El autor es político, municipalista, periodista y locutor, residente en el Bronx, New York