En la entrevista con Jacobo Majluta tuve la impresión de que él era consiente que sus días estaban contados a causa de la metástasis cancerígena que lo corroía y a lo que atribuyo que esa conversación se centró en el doctor José Francisco Pena Gómez, quien también sufría de cáncer.
Su voz se escuchaba como siempre, fuerte y ronca, su anatomía robusta, aunque algo flácido, por lo que era difícil detectar a simple vista que padecía de una enfermedad terminal, lo que nunca confirmó ni desmintió, pero su hablar traducía una mezcla de conformismo y desazón.
Majluta murió el 2 de marzo de 1996, a los 61 años, en Tampa, Florida, a causa de un carcinoma pulmonar, y la entrevista que me ofreció para El Nacional se concertó mucho después de su cuestionada derrota electoral ante Joaquín Balaguer en las elecciones de 1986, por un margen de 21 mil sufragios.
Se había producido también la crisis que sacudió al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), a causa del choque entre Majlta y Peña Gómez, lo que obligó a congelar al PRD, para que ambos líderes crearan el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Bloque Institucional Social Demócrata (BISD).
El acuerdo entre habría sido acudir por separados con sus nuevas franquicias a las elecciones de 1990 y el que obtuviera mayor votación se quedaría con el control del partido blanco, aunque ese arreglo no concluyó de esa manera, sino por una jugada política del presidente Balaguer en favor de Peña Gómez.
Creí que mi entrevista con Jacobo había concluido con las declaraciones exclusivas que me ofreció y que fueron noticia principal de El Nacional, pero por alguna razón me pidió continuar la conversación cuando ya había apagado mi grabadora.
Mi memoria no es tan buena como para recordar exactamente todo lo conversado, pero recuerdo como si fuera hoy el relato sobre su caminata un domingo en la noche por el Malecón de Santo Domingo con Peña Gómez, donde entre anécdotas y llantos restablecieron su vieja hermandad.
Mi interlocutor se derramó en elogios hacia Peña Gómez, en clara señal de que se diluyó el rencor que carcomía el alma de esos líderes políticos, aunque Majluta se refirió con mucho dolor e indignación sobre otros dirigentes perredistas a los que acusó de traición política y personal, algunos de los cuales me dijo que llegó a tratarlos como familia. Poco después Jacobo viajó a Miami para no regresar jamás.
Por Orión Mejía