La Institución encargada de mantener la “Ley y Orden” en el país, no sólo parece enemiga de la población a la que está encargada de proteger, sino también del mismo gobierno al cual, por mandato constitucional, está obligada a obedecer.
Desde de la sede presidencial se dice una cosa y desde los cuarteles de la policía se hace otra. Una realidad contundente es que todos los gobiernos, desde Trujillo a la fecha han utilizado la institución policial y en otras ocasiones a los guardias para reprimir, pero siempre a los de abajo.
Desde que se inventaron los teléfonos inteligentes, los ciudadanos en cada rincón del país, se han convertido en reporteros sin paga, de las más mínimas incidencias de cuanto ocurre. Esto parece ser obviado por una gran mayoría de agentes de la Institución policial con inclinaciones a cometer abusos y excesos en el desempeño de sus laborales.
Estas acciones por supuesto desdicen de la imagen que, el actual gobierno quiere mostrar, sobre todo de un gobierno comprometido con una “Reforma” a la Institución policial que parece cuesta arriba.
La Policía Nacional es, sin miedo a equivocarme, la Institución más grande del Estado Dominicano, la más numerosa y también la más temida por los que le ha tocado gobernar después de Trujillo hasta nuestros días.
No obstante, su importancia para mantener “La Ley y el Orden” en cualquier sociedad civilizada, nuestra Institución policial puede ser rescatada, empezando por supuesto, con el famoso cambio de imagen, que renieguen el origen y la intención represiva para la que fue creada.
Pero, y siempre el “pelo en el salcocho”, el origen y las intenciones, tanto del actual gobierno como de su gestión policial, no hacen sinceras sus intenciones. Se juega a una doble moral o lo más peligroso, el Estado Dominicano parece no tener control de este organismo.
Ambas cosas pueden resultar muy mal, de cara a una población llena de argumentos y reclamos sociales justos. Una manifestación pacífica no debería nunca terminar en tragedia, máxime si su derecho está consagrado en la Constitución de la República.
Es oportuno y saludable detener los abusos y poner correctivos que contribuyan hacer más efectiva la labor policial. Disciplina militar y educación pueden ayudar, también mejoras en los salarios y condiciones dignas en muchos cuarteles.
Es difícil más no imposible, limpiar la imagen tan dañada de la Institución, empezando por darle un estricto seguimiento a todos sus miembros, sin importar su rango. Seguimiento estricto y disciplinario que desmotiven a muchos de sus miembros, a incursionar en acciones deleznables en contra de ciudadanos y de intereses públicos y privados.
El país, su nueva realidad, necesita de un cuerpo policial, más profesional y menos reactivo, más preventivo y más “cercano al ciudadano”, en el buen sentido de la palabra. Es cierto que también, los gobiernos, en lo adelante, deben dotar de más recursos, tanto humanos como recurso técnicos y científicos, en las diferentes ramas policiales, y no tan sólo en áreas metropolitanas de algunas ciudades sino en todo el país, ese es el reto.
Por Ebert Gómez Guillermo