Todos conocemos personas para las cuales, aparentemente, la palabra matrimonio no está registrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Se pasan todos los años de su existencia apegados al hogar materno, no tienen metas definidas, y la idea de formar su propia familia no forma parte de sus decisiones.
Son grandemente presionados tanto a nivel familiar como social, pues los humanos somos implacables en lo que concierne a meternos en asuntos que no son de nuestra incumbencia.
El tema es muy delicado, pues cuando esas personas son formadas en hogares que, a la vista de lo que muestran ante la sociedad, son el vivo ejemplo de lo que es un matrimonio perfecto, pero muchas veces solo es una pantalla, y a lo interno, han sido un ejemplo vivo de lo que no debe ser un modelo a seguir.
Los buenos modelos son imitables, pero las relaciones en las cuales las parejas, durante años, pretenden enseñar a los hijos, que hay que permanecer juntos, aunque el amor esté ausente, nunca serán una motivación para que estos decidan seguir sus pasos.
A nivel de consulta psicológica se dan frecuentemente estas situaciones, con parejas disfuncionales que han procreado varios hijos, sin embargo, ninguno de ellos asume como normal la idea de contraer matrimonio.
Lo más triste del caso, es que, generalmente, son presionados para que se casen, precisamente por sus padres, quienes, en todo momento, sin proponérselo quizás, han sido una demostración de todo lo contrario. Casos como estos se ven muy a menudo. Muy difíciles y muy tristes.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica