Anoche, mientras oía a una excelente orquesta ejecutar con tanta maestría una melodía, lo cual ocurrió en uno de esos momentos sublimes que casi todos tenemos, le comenté a mi marido lo maravilloso que es lograr que una variedad tan grande de instrumentos, se escuchen al unísono, a pesar de que cada uno de ellos, en su momento, puede tener la oportunidad de destacarse por sí solo, claro que para que esto último se logre, debe haber una dedicación con un nivel muy alto de disciplina.
De manera inmediata, me puse a teorizar, pues como si fuera una luz, vino a mi mente que para que en la familia se logren todos los propósitos deseados, es necesario que al igual que las grandes orquestas del mundo, todos los integrantes estén de acuerdo y persigan un fin común.
Imaginemos, solo por espacio de tiempo muy chiquito, que realmente la familia fuera una orquesta, y que sin ningún acuerdo previo intentaran entonar una melodía, donde el violín ejecutara unas notas que no guardaran ninguna relación con las del saxo, o con las del piano: ¿Cómo creen ustedes que sería el resultado final?
Ahora bien, luego de logrado que lo deseado salga de manera perfecta, se necesita mucho esfuerzo, talento y disposición para que cada uno de los integrantes pueda destacarse cuando le toque enfrentarse solo a ejecutar lo aprendido.
Al igual que las orquestas, las familias siempre deben marchar siguiendo un orden apegado a la disciplina y al esfuerzo común.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica