Ya es el tiempo de dejar de entregar nuestros recursos, principalmente mineros, en nombre de nuestra falta de “recursos” técnicos o tecnológicos. Ya no es posible que nadie pretenda robar lo que no es suyo, sin que su dueño se dé por enterado. La expropiación que dio nacimiento al capitalismo, es imposible en estos tiempos.
Ya no puede ser la excusa cuando vemos que, en la actualidad el presidente, propone invertir capital dominicano en refinar petróleo y desarrollar la agroindustria en la República de Guyanas, como si nuestro país fuera una potencia en estos dos aspectos y nuestros campos no estuvieran como están.
Urge la modificación de muchas leyes que, con el devenir del desarrollo de estos tiempos, su aplicación y efectividad resultan incompatibles y obsoletas. Hay tantas leyes, muchas de ellas incumplidas, principalmente por quienes tienen a su cargo cumplirlas y hacerlas cumplir.
Esas legislaciones que coartan derechos constitucionales a cambio de intereses particulares o empresariales, tienen que cambiar. Sobre todo, esas que tienen que ver con exoneraciones de impuestos a capitales de origen extranjero en detrimento del desarrollo interno.
Cierto es por otro lado, que nuestra economía se basa, principalmente en el turismo, hay que proteger a los inversionistas, pero estas facilidades no pueden llegar al punto de afectar nuestra soberanía, privatizando territorios e impidiendo el desarrollo agrícola y la posibilidad de acceso a nuestros ciudadanos.
Una nueva y moderna legislación precisa proteger las costas y el territorio dominicano, mucho ojo con esos contratos de arrendamiento y con la fuga de muchos millones de dólares en base a la explotación de la mano de obra criolla, en circuitos hoteleros con el “todo incluido”, dólares que entran y salen del país sin pagar ningún tipo de gravamen.
Así sucede hoy con muchas multinacionales relacionadas con el negocio de la generación y distribución de energía y los precios de los combustibles. Otro cáncer más que ataca directamente la salud económica de la clase media y pobre del país.
Es un vil engaño que el precio de los combustibles, gas, gasolina, Diesel, entre otros, sea fijado de acuerdo al petróleo de Texas, aunque el que llega a la Refinería no provenga de allí. Habría que indagar porqué sucede esto, sobre todo porqué, nuestros gobiernos que se precian de defender tanto nuestra soberanía, lo permiten.
Sucede por supuesto en otros países, pero encima también los dominicanos pagamos el combustible más caro en toda América, incluyendo países que nunca han disfrutado de ningún beneficio por acuerdos internacionales como “Petrocaribe” o “San José”.
Las generadoras y distribuidoras de electricidad, otra mafia que hay que desmontar. Fijan el precio del kilovatio hora a su antojo, independientemente y en completa discordancia con los precios de los combustibles que utilizan y los costos del tendido eléctrico que usan.
Servicio energético que, en un gran espacio de tiempo no brindan (pagamos apagones), la factura eléctrica en los últimos años ha aumentado más del 60 por ciento, sin Pacto Eléctrico ni reforma fiscal, y los salarios, bien gracias…
Por Ebert Gómez Guillermo