A los dominicanos de a pie, o sea, a los de abajo, no les están dejando otra opción que no sea defenderse de quienes pretenden mal dirigirlos y mal gobernarlos. Estos gobiernos, en lugar de buscar el bienestar, lo mejor para las mayorías, lo hacen para beneficiar siempre a los de arriba y perjudicar y reprimir a los de abajo con la policía y con los guardias, como hasta ahora lo han hecho.
Incluso a grupos de clase media y clase media alta, como son los médicos y maestros, son reprimidos, cuando reclaman sus derechos o los de la población, como recientemente ha ocurrido con los médicos y profesores, por el abuso en contra de la población, por parte de las administradoras de seguros médicos y fondos de pensiones.
Los políticos y partidos políticos, de todos los colores, han probado que son parte del problema, se han hecho parte del sistema de corrupción impuesto por las 20 familias que poseen el total de las riquezas del país, apoyados por la Embajada estadounidense. A los pobres no les queda de otra que no sea exigir y pelear por el derecho a vivir con un mínimo de dignidad.
Para que haya educación, comida y techo para las familias, para que los impuestos que cobran sean devueltos en servicios básicos, como son el agua potable, la energía eléctrica, la salud, la protección a la niñez y a los envejecientes, entre otros derechos sociales, económicos y civiles que tiene todo ser humano, desde que nace hasta que muere.
No es posible que ninguna persona, por más mansa que sea, no se indigne con los abusos que pasan y se cometen en contra de los más pobres, siendo estos más de un 80 por ciento en la extensión territorial.
No se puede seguir ignorando la avaricia, la traición, el engaño, los abusos que se cometen en contra de la población más pobre y clase media, precisamente a través de Instituciones del Estado, de ese Estado que está para mediar y servir de arbitro entre los que poseen todo y aquellos que no tienen nada.
Somos un país con inmensos recursos, empezando con el oro, el turismo, la agricultura y todavía en pleno siglo 21 las poblaciones sufren de escases de agua, de apagones hasta de un plato de comida para saciar el hambre.
En las calles, el ciudadano sufre de los abusos del policía llamado a proteger, de los supermercados que venden al precio que quieren, de las administradoras de seguros y fondos de pensiones, de las empresas de telecomunicaciones, de las Edes que te cobran caro los apagones.
Tantos abusos, tanta falta de justicia, demasiados huérfanos y viudas que esperan por justicia, están llevando a esta sociedad a un callejón sin salida. Deberíamos vernos reflejados en el espejo del vecino Haití. “las injusticias, aliadas con la pobreza, llevan a las personas a la desesperación llevando al límite nuestra condición de humanos”.
“Cuando se corrompen principios universales válidos, las leyes se entienden como imposiciones arbitrarias, cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo, como si los pobres no existieran, ignorar la existencia y los derechos de otros, tarde o temprano, esto provoca violencia” (Papa Francisco enciclica-fratelli-tutti).
Por Ebert Gómez Guillermo