Mientras veía en el programa El Show del Mediodía, de Iván Ruiz, un concurso infantil, muy emotivo, llamado pequeños grandes talentos, donde además de elegir ganadores, y motivar de una manera muy profesional, a los que no clasificaban, motivándoles a seguir luchando, y poniéndoles como ejemplos, a otros participantes que no pasaron a la gran final, pero siguieron preparándose, y lo lograron.
En el mismo, se celebraba el día de los padres. Mis emociones brotaron a flor de piel, y como sabrán los que me conocen, me puse a llorar.
Dentro de toda la tristeza, me sucedió algo con mi esposo, al cual, de manera inconsciente, quise involucrar, en un aspecto vacío y triste de mi vida, pero de manera muy sutil, evadió el momento, y salió ileso, como dicen los tígueres: “me soltó en banda.”
Esto ocurrió mientras un invitado al programa felicitaba de manera especial a todos los padres responsables y conscientes del papel que desempeñan dentro del hogar. En ese momento le dije a mi esposo, que también debían homenajear a aquellos padres, a quienes por cualquier razón, les impidieron desarrollar su función.
Con esto me refería al hecho de que la relación de doña Chela, mi siempre mencionada madre, y mi padre, terminó como la fiesta de los monos: “a rabazos limpios,” prohibiéndole ella que se acercara a mí, y conociendo su temperamento, de haberlo hecho, posiblemente, se hubiese arrepentido.
Quizás quienes lean este artículo, juzguen a mi padre, yo no lo hago, pero sí aún, a esta cantidad de años que tengo encima, siento el vacío por no haberlo conocido, y pienso que a ningún hijo se le debe negar ese derecho. Gracias a Dios que los tiempos han cambiado, y los seres humanos, pueden usar las leyes que los protegen. ¡Felicidades, papá!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)