Siglo XXI, media isla, 48 mil kilometro cuadrados, el traspatio del imperio más grande del planeta, Los Estados Unidos de América. En el país con cientos de ríos y decenas de presas hidroeléctricas, persisten en la actualidad cientos de comunidades sin energía eléctrica ni agua potable.
El negocio de la generación de energía eléctrica, en más de un 50 por ciento, pertenece a socios extranjeros, capital norteamericano principalmente. Decenas mueren electrocutados cada año, existen tres grandes distribuidoras de energía en el país, norte, sur y este. La luz no llega mucho, pero si la factura, cada vez más cara.
En muchos barrios marginados y zonas rurales donde llega, precariamente, el servicio eléctrico, los mismos munícipes tienen que prestarse para poder conectarse, por la inexperiencia y no tomar las debidas medidas de protección, muchos de estos mueren electrocutados.
Desde niños nos instruyen con una historia llena de mentiras, no nos enseñan a cuestionar, a escudriñar, a relacionar cosas del presente con el pasado reciente y no tan reciente, cuando algunos despiertan ya están comprometidos o contaminados con este sistema maleado y podrido.
La necesidad de encontrar lo verdadero, lleva a más de uno a inventarla, con imaginación y con sueños, de cómo debería ser este país y este mundo. Muchos jóvenes se confunden y terminan acribillados por la policía, en supuestos intercambios de disparos, aunque los testigos nieguen esa versión.
La pobreza masiva, como consecuencia de una economía volcada al exterior. Nuestra balanza comercial nunca gana, siempre pierde. En los últimos 60 años el país se endeuda gobierno tras gobierno.
Somos una economía de servicios, basada principalmente en el turismo, circuitos hoteleros cerrados, “el todo incluido”. Miles de millones de dólares entran y salen sin pagar ningún impuesto. Balanza comercial desigual combinada con grandes empréstitos internacionales son el circulo vicioso perfecto para la deuda “eterna” o externa.
Cuando se suele desarrollar alguna área de la industria nacional, es a través de alguna transnacional, aunque la materia prima sea nuestra, pagan salarios cinco veces menores que los que pagarían en Estados Unidos o Europa.
Las reglas del juego y el intercambio comercial muy a su favor, siempre con sus reglas y condiciones. Les ponen precio a nuestras materias primas, a nuestros minerales, por ejemplo, a nuestro oro.
“En la alquimia neocolonial el oro se transfigura en chatarra, las materias primas y los alimentos que exportamos se convierten en veneno”. Nuestro destino no es nuestro, es el que otros escriben.
La potencia económica y militar más importante del planeta, hasta el momento, desalienta, desmotiva, no permite el desarrollo básico de su traspatio, como suelen llamarnos, el porqué es un denominador común para toda América Latina…
Por Ebert Gómez Guillermo