Entre las peculiaridades de la provincia de Santiago, está la permanencia en el tiempo de los emprendedores, artistas, políticos y su emblemática arquitectura. Es como si la historia se estancara en el mismo trajín del Centro Histórico.
Pueden verse las personalidades que le dieron vida a la segunda ciudad de República Dominicana: Santiago de los Caballeros. José Antonio Rodríguez, 74 años, vino a la calle 30 de marzo, (una vía llena de historias y movimientos económicos) a la edad de trece años, es decir, se instaló en dicha calle en el año 1961.
Crio sus hijos y logró inscribir algunos en la universidad, vendiendo chicles, cigarrillos y galletas en una paletera al lado de la tienda de zapatos La Parisién, junto a un señor llamado Saleta que estaba ya instalado ahí y dice que su amigo aún vive.
Conversando con él en plena calle 30 de Marzo, rememoramos los años 60s y 70s, los periodistas que pasaban, a Ramón de Luna, Marcos Tulio Cepeda, Adriano de la Rosa y a políticos y comerciantes de todas las épocas, los que de alguna manera incidieron en el desarrollo de la ciudad.
Colocaba sus estandartes llenos de revistas, periódicos, discos de música y todo lo que se podía vender, justo al lado de la puerta de entrada a la casa del General y Gobernador Provincial de Santiago, Simón Díaz Díaz, exactamente donde hoy, año 2024, sigue vendiendo libros y utilerías escolares.
Cuenta José Rafael Rodriguez, que dicho general nunca le molestó; solo le enrostró, de manera jocosa, que si seguía ampliando el negocio iba a cerrarle la puerta de entrada a su casa.
Se instalaba allí porque en la casa contigua a la del general Simón Díaz Díaz y su esposa señora Ana Bernardina Castellanos Ortega, operaba el Instituto Comercial Santa Teresa de Jesús, que era de dos niveles y adonde asistía la clase media de la ciudad por su ubicación cercana a las rutas del transporte público.
Donde colocaba sus ventas, tenía que comer, guarecerse de las lluvias y cubrirse del sol, puesto que los edificios eran de pocos niveles, solo refrescándose desde las dos de la tarde, cuando el imponente edificio del otrora Hotel Mercedes les ofrecía cobijo en la sombra, que es de cuatro niveles, donde predomina el estilo arquitectónico Art Decó, en que los pisos son más altos de lo habitual, dando una vista que presume de tener unos siete pisos y se construían para clubes y lugares suntuosos.
Poco ha cambiado en el sitio. Más hacia el norte se erige hermoso el edificio que aloja las oficinas principales de una entidad bancaria. Aún a Rafael le azota el sol, las lluvias, el calor inmenso característico de Santiago de los Caballeros, enclavada casi puntualmente al centro de la isla, pero nada hace mermar los planes que tuvo desde sus 13 años de edad y con el que se mantiene erguido cual eterno monumento a la tenacidad, perseverancia y seriedad para seguir allí, hasta que las circunstancias lo permitan.
En medio de la entrevista llegó su hijo Winston José Rodríguez, abogado, tiene su oficina cerca, lo que aprovecha para “echar el ojo” a su padre. Tiene un hijo ingeniero industrial y otro es industrial de ropas. Otro es hijo de crianza, dueño de una farmacia en Nibaje, un barrio histórico ubicado bajo la Fortaleza San Luis. Cuenta que nunca tuvo vicios y dice ser cristiano de vocación.
Mis inquietudes al ver casi todos los días durante sesenta años a Rafael, me inspiró. Hasta que, de repente, le dije que tenía intención de entrevistarle para conocer y difundir el ejemplo de un padre de familia digno de imitar.
Los jóvenes y niños hablábamos con él y otros establecidos en esa calle. En los años sesenta, cuando la ciudad era el epicentro económico de toda la región, el centro histórico solía ser visitado para ver las vidrieras de las tradicionales tiendas y disfrutar de la diversidad de personalidades que pululaban en puntos establecidos.
Eran los tiempos del apogeo de los negocios.
La Tienda el Carmen, Librería LH Cruz, Tienda Genita, La Riera, farmacias, laboratorios, bancos y todo lo que representaba movimiento económico regional. El periódico La Información, Radio Santiago, Ondas del Yaque, Radio Quisqueyana, Radio Azul, La Voz de la Hispaniola, todo se movía en torno a la calle 30 de Marzo.
Santiago de los Caballeros era una pequeña urbe. El Cine Lama, Cine Montecarlo, Cine Marlboro, las cafeterías, la cervecería Casa Bader. A pesar de la época política, de las adversidades y las ignominias, podríamos decir que los coetáneos de la hidalga, Santiago de los Caballeros, vivíamos aferrados a nuestras tradiciones.
Entre esos personajes históricos se encuentra José Antonio Rodríguez, de 74 años, más que un comerciante, un servidor en sus diferentes facetas que brindó servicios de librería, venta de casetes (un dispositivo usado hasta los 90s usado para reproducir audio en la radio), venta de revistas (muñequitos), entre otros oficios comerciales en la calle.
Al final de nuestra conversación, me dio un efusivo abrazo, como forma de reconocer que mi esfuerzo en demostrar que su historia no era en vano. Era una forma de agradecer.
Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.