En un país muy lejano, vivía una hermosa familia, la cual estaba formada por papá y mamá peluches, y dos hermosas peluchitas, las cuales eran la adoración de sus padres.
Eran muy felices, pero la chiquita se ponía demasiado triste, cuando por razones de trabajo, papá peluche tenía que viajar a otro país. Era capaz de pasar largos días llorando inconsolable.
A pesar de que los padres le explicaban que esto era necesario, ya que era la única forma de reunir dinero para cubrir todas las cosas que ellas necesitaban, la peluchita más chiquita no entendía, y seguía llorando, ocasionando con esto una gran tristeza a papá peluche, cuando estaba fuera del país.
Un día papá peluche, desesperado por los llantos de la chiquita, decidió dejar e viajar, lo que significaba, dejar de trabajar. Cuando la peluchita se enteró saltaba de la alegría que casi llegaba al techo, pero, pero, cuando pasaron algunos días…
Lo que ganaba mamá peluche, sin la ayuda de papá peluche, no alcanzaba y sucedió lo siguiente: A las peluchitas, hubo la necesidad de quitarlas del colegio, tuvieron que mudarse a una casa chiquitica, no podían pagar una señora que las cuidara, y además hubo que distribuir los oficios de la casa y a cada una de las peluchitas le tocó tantas cosas que hacer, que no podían ver televisión, terminando al final del día tristes y agotadas.
Pasados algunos días, la peluchita llorona, desesperada, habló con papá peluche, le rogó que volviera a trabajar, que ella entendió que él hacía esto porque las quería, que ella sabía que le iba a hacer mucha falta, pero que prometía no llorar tanto como hasta ahora lo hacía.
Todo aclarado, cuando papá peluche volvió a viajar, todas lo despidieron, tristes como es normal, peluchita lloró un poquito, pero aprendió a comunicarse con su padre sin formar un rio de lágrimas; entendió que los adultos, hacemos por nuestros hijos cosas que nos duelen, pero que son necesarias.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica