A determinada edad, algunas personas empezamos a notar como el pelo, mucho o poco, que en un tiempo tuvimos empieza a desaparecer en algunas áreas del cuero cabelludo. En ocasiones, de forma imperceptible.
De manera inmediata, como dice el Chavo del Ocho: “Que no panda el cúnico”, empezamos a usar todos los remedios caseros que conocemos, además de aquellos que nos recetan las personas entrometidas, que se creen con derecho a opinar. Se creen poseedores de la fórmula mágica que nos ayudará a obtener una cabellera, aún más larga que la de la famosa cantante Daniela Romo.
No tengo competencia para hablar de manera generalizada, pues hay pérdida temporal del pelo, la cual reacciona frente a los costosos tratamientos. Hablo de mi caso personal.
Siempre he tenido poco pelo, además de que es extremadamente fino. Hace unos años, una persona que me alisaba me tumbó el de la parte delantera. Recuerdo que caí en depresión cuando una amiga, estilista también, me dijo que se me habían muerto los folículos y que ese pelo jamás crecería de nuevo.
Parece que su afirmación fue una sentencia: Acudí a diferentes centros dermatológicos, consulté una afamada dermatóloga privada, hice una inversión descabellada en compra de productos, supuestamente de superior calidad, me sometí a dos sesiones de Crioterapia, y nada me dio resultado.
Como todo en la vida tiene su final, decidí soltar esa situación, buscármela con el pelo que me queda. Ni pedir, ni escuchar opiniones de nadie, aceptarme tal cual estoy, sin preocupaciones y tratando siempre de lucir lo mejor posible. Caso cerrado.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica