La pareja que mejor se lleva y más permanece, es aquella que sabe bailar la misma danza y marcar el ritmo al mismo compás. No me refiero a desplazarse por una pista, me refiero a emociones, a intereses en común.
Casi todas las parejas se casan sin conocerse, pues los seres humanos, durante la etapa del noviazgo solo mostramos nuestra mejor fachada, nuestra mejor careta, tendemos a ocultar las cosas que nos disgustan. No nos sentamos a hablar de condiciones, y es ahí donde se empieza a bailar de tal forma que mientras uno baila bolero el otro baila salsa.
Para que la relación marche satisfactoriamente es necesario que después del amor, haya una real afinidad de sentimientos, crianza, intereses en común, etc.
Importa mucho cuando existen marcadas diferencias en los niveles de educación hogareña de la pareja, ya que es muy difícil manejarse, por ejemplo, si el hombre cree en la ciencia y la mujer en brujería; si la mujer, en esta era de la cibernética, quiere continuar poniendo en práctica las enseñanzas aprendidas de sus antecesores.
Cada etapa por la cual atraviesa el matrimonio es significativa y tiene sus caminos con espinas, los cuales sortearemos si tenemos buen dominio del ritmo que bailamos.
Comparando el ritmo con las emociones, no tener intereses en común en las parejas, es como bailar rock and roll, es decir cada uno por su lado. Para que las cosas marchen bien, el baile emocional por excelencia debe ser un ritmo bien sutil y seguro, donde no haya riesgo de que al sentir la cercanía del contacto, temamos que se adueñen de nuestro espacio y sintamos que aun estando fundidos, podemos sentir que somos libres, y que danzaremos juntos hasta el final de nuestros días.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica