La izquierda dominicana nació en el seno de una emergente clase media hace casi 75 años y así tenía que ser porque desde ese tiempo y hasta ahora la clase obrera no ha podido escalar lugar predominante en la política, por el contrario, expresiones proletarias, como los sindicatos, se han debilitado o desvanecido.
No intento aquí producir un ensayo sobre la historia de “la falsa izquierda”, como la llamó Juan Isidro Jiménez Grullón, pero sí advertir que desde hace tiempo falsos apóstoles se colocan la toga de esa casi inexistente corriente progresista para dar riendas sueltas a sus ambiciones personales y grupales.
Clase media como Juan y Félix Servio Ducoudray, Julio de Peña Valdez y Ramón López Molina, sobresalen en el recuerdo junto a dirigentes obreros como Mauricio Baez, Barbarín Mojica y Juan Soto, durante un período histórico matizado por la convergencia de liderazgo pequeño burgués y proletario.
La lucha por la libertad sindical y los derechos de los trabajadores fue impulsada durante el gobierno de los 12 años por dirigentes clase media y líderes obreros, los mismos que, se manifestaron contra al Golpe de Estado a Juan Bosch y se integraron a la Revolución de Abril.
Auténticos líderes revolucionarios, algunos de génesis obrera surcaron durante el balaguerismo caminos de inmolación, imbuidos de un idealismo que heredaron de la Raza Inmortal, por lo que han sido exaltados a la inmortalidad como iconos de la libertad, la democracia y de los derechos ciudadanos.
Aunque para dicha de la República, muchos dirigentes revolucionarios de antaño permanecen activos en el quehacer político con sus ideales primigenios, una camada de pequeños burgueses carentes de principios, intenta adueñarse del escenario de la auténtica izquierda.
Viejos dirigentes de izquierda como Inacio Lula Da Silva, en Brasil, y Gustavo Petro, en Colombia, han escalado la jefatura del Estado, impulsados por sus discursos progresistas, alejados del oportunismo, como también ocurre en Chile, con el joven Gabriel Boric, o el centrista mexicano José Manuel López Obrador. A ninguno se le identifica como aves de rapiña.
El presidente Luis Abinader gobierna según su filosofía ideológica, buena o mala, por lo que la oposición esta compelida a anteponerle su visión sobre la conducción del Estado, en un debate electoral abierto y libre que al final beneficiará a la democracia, en el que la izquierda pudo participar si no sufriera la enfermedad del oportunismo transmitida por dirigentes pequeños burgueses sin escrúpulos, que en la práctica se ubican a la extrema derecha del espectro político.
Por Orión Mejía