La economía de la República Dominicana ha sido objeto de atención constante, especialmente en el contexto de las últimas estadísticas que indican un crecimiento económico. Sin embargo, este crecimiento no se traduce necesariamente en una mejora en la calidad de vida de los sectores más vulnerables.
La realidad es que, a pesar de un crecimiento del 5.6% en agosto de 2024, muchos dominicanos continúan enfrentando dificultades económicas que afectan directamente sus bolsillos.
Los datos recientes sobre la pobreza monetaria revelan que, aunque la pobreza ha disminuido del 27.7% en 2022 al 23% en 2023, esta reducción no es suficiente para cambiar la vida de aquellos que viven al día. La pobreza extrema también ha visto una ligera disminución, pero sigue siendo un problema crítico. En este contexto, es fundamental preguntarse: ¿de qué sirve un crecimiento económico si no beneficia a la mayoría de la población?
La economía dominicana se caracteriza por un modelo excluyente, donde el crecimiento no se distribuye equitativamente. A menudo, se observa que las élites políticas y económicas se benefician desproporcionadamente del crecimiento, mientras que los pobres siguen atrapados en un ciclo de precariedad.
Esto se refleja en el hecho de que el costo de vida continúa aumentando, con canastas familiares que superan los RD$35,000, mientras que muchos hogares apenas logran cubrir sus necesidades básicas.
El aumento constante en los precios de bienes y servicios esenciales, como alimentos, la comida, la medicina, ha puesto una presión adicional sobre los bolsillos de los pobres. A pesar de las afirmaciones sobre el crecimiento económico, muchos dominicanos sienten que su poder adquisitivo ha disminuido. La inflación y el alto costo de la vida han llevado a muchas familias a endeudarse más para cubrir lo básico.
Las políticas públicas implementadas hasta ahora han tenido un impacto limitado en la reducción real de la pobreza. Aunque programas como el Programa de Alimentación Escolar (PAE) han contribuido a aliviar parte del gasto familiar, no son suficientes para abordar las raíces del problema. La dependencia de estas iniciativas temporales resalta la falta de una estrategia integral para mejorar las condiciones económicas de manera sostenible.
Es urgente que las autoridades del gobierno del presidente Luis Abinader, tomen medidas más efectivas para garantizar que el crecimiento económico beneficie a todos los sectores de la sociedad. Esto implica no solo implementar políticas económicas inclusivas, sino también fomentar un diálogo abierto con los ciudadanos sobre sus necesidades y preocupaciones. La creación de empleos dignos y bien remunerados debe ser una prioridad para cualquier estrategia económica.
Además, es esencial revisar y ajustar las políticas fiscales para asegurar que quienes más tienen contribuyan proporcionalmente al bienestar social. La reforma fiscal no debe ser vista como una carga adicional para los pobres, sino como una herramienta para redistribuir la riqueza y financiar programas sociales que realmente impacten a quienes más lo necesitan.
La economía dominicana presenta cifras alentadoras en términos de crecimiento, pero esta realidad contrasta con la experiencia cotidiana de muchos ciudadanos que luchan por sobrevivir. Los bolsillos de los pobres siguen siendo golpeados por altos costos y salarios insuficientes. Para construir un futuro más equitativo y justo, es fundamental que el crecimiento económico se traduzca en mejoras tangibles en la calidad de vida de todos los dominicanos.
Es hora de replantear nuestras prioridades y asegurarnos de que cada dominicano tenga acceso a oportunidades reales para prosperar. Solo así podremos hablar con propiedad sobre un verdadero desarrollo económico inclusivo que beneficie a toda la población.
Por Luis Ramón López