La falta de democracia interna que afecta a los partidos políticos en la República Dominicana, es un como un cáncer que carcome y desgarra, y a la vez, provoca que muchos de los candidatos que son propuestos a cargos electivos, por muchas de estas organizaciones políticas, carezcan de legitimidad, en caso de lograr la representación del pueblo.
Existen aspectos a tener en cuenta a la hora de seleccionar a un candidato, como, por ejemplo: el mérito personal que adorna al aspirante, las cualidades que le hacen merecedor de la condición de “servidor público”, con todo el peso ético y moral que esta palabra conlleva.
Cuando un aspirante a una posición electiva es postulado por una organización política cualquiera, en función de los recursos económicos que posee y no por las cualidades, conocimientos, vocación de servicio, preparación académica, etc., entonces ocurre que, en el hipotético caso de que logre alcanzar el escaño propuesto, este candidato electo carece de legitimidad, en cuanto a representar al pueblo se refiere.
En el preámbulo de cualquier democracia saludable, la meritocracia debería ser el faro que guía la elección de aquellos que aspiran a liderar y representar a la sociedad.
Sin embargo, en la realidad política de nuestra nación, la meritocracia brilla por su ausencia. Los criterios para seleccionar candidatos parecen pasar por alto méritos, capacidades y logros, dando paso a una selección que carece de base sólida y que desestima por completo el bienestar y los intereses de la ciudadanía.
Resulta desalentador observar cómo, en la carrera hacia los puestos electivos, la idoneidad es reemplazada por conexiones, alianzas políticas o acuerdos que resultan cuestionables. La presencia de candidatos que enfrentan acusaciones o procesos legales pone en tela de juicio la integridad de los partidos y desafía la confianza de los ciudadanos en el sistema político dominicano.
Este fenómeno plantea una pregunta inquietante: ¿cómo pueden aquellos que no están libres de sospechas representar fielmente a una sociedad que aspira a la transparencia y a la ética?
La solución parece clara: los partidos políticos deben ajustarse a las normativas legales y éticas que los rigen. La legislación establece claramente la necesidad de actuar con ética, justicia y honestidad. Cumplir con estas directrices no es solo un mandato legal, sino, más bien, una obligación moral, de cara a la sociedad que dicen representar.
Es imprescindible que existan mecanismos efectivos de rendición de cuentas, así como un régimen de consecuencias para aquellos partidos que incumplen con estas normativas. La transparencia en la selección de candidatos debe convertirse en la norma, no en la excepción. Los ciudadanos merecen líderes que sean ejemplos de integridad y que trabajen por el bienestar colectivo, no por intereses personales o políticos.
Al final, la verdadera democracia no se limita a las urnas el día de las elecciones; se construye día a día en la forma en que los partidos políticos operan internamente y seleccionan a aquellos que aspiran a dirigir los destinos de todos. La meritocracia, la transparencia y la ética deben ser los pilares fundamentales sobre los cuales se edifica el futuro político de la República Dominicana.
La falta de democracia interna en los partidos políticos es un problema que no puede pasarse por alto. Es hora de exigir un cambio, de demandar una selección de candidatos basada en méritos y de construir una sociedad donde la integridad y la ética sean valores fundamentales en la vida política.
Por Daniel Rodríguez González