La Independencia Dominicana: Un sueño traicionado

El pías celebra con gran júbilo el Mes de la Patria, justo este jueves 27 de febrero, conmemoramos aquella gesta heroica de 1844, en la cual República Dominicana se alzó como una nación libre e independiente, gracias a la valentía y determinación de un grupo de patriotas liderados por Juan Pablo Duarte. Sin embargo, a más de 180 años de aquella gesta, el legado del patricio se ha ido diluyendo entre el olvido y el oportunismo político.

Duarte, un joven ilustrado y visionario, concibió una patria soberana basada en los principios de justicia, equidad y libertad. Fundó la sociedad secreta La Trinitaria en 1838, con la que organizó un movimiento para expulsar el yugo haitiano sin recurrir a la violencia desmedida.

No obstante, su idealismo fue visto como una amenaza para los sectores que, aunque buscaban la independencia, estaban dispuestos a negociar con potencias extranjeras. A pesar de haber sido el arquitecto intelectual de la independencia, Duarte fue exiliado en varias ocasiones, muriendo en la pobreza y lejos de la tierra que tanto amó.

Tras la independencia, el proyecto de nación que Duarte imaginó se vio empañado por intereses personales y luchas de poder. Figuras como Pedro Santana priorizaron alianzas con potencias extranjeras, llevando al país a una anexión a España en 1861, apenas 17 años después de la proclamación de independencia. Este acto de traición a los ideales de Duarte dejó en evidencia que la lucha por la libertad no había concluido.

En el siglo XX y XXI, los ideales de Duarte han sido utilizados como mero discurso político sin una aplicación real. Su imagen es explotada en campañas electorales, mientras que la corrupción, el clientelismo político y la desigualdad social van en contra de sus principios. La independencia política no ha significado una independencia económica ni social.

La República Dominicana sigue enfrentando retos que reflejan la traición al sueño duartiano. La dependencia económica de potencias extranjeras, el debilitamiento institucional y la falta de educación cívica son solo algunos de los síntomas de un país que no ha logrado materializar los valores que inspiraron la independencia.

Rescatar el verdadero legado de Duarte implica más que solo conmemorar su nombre en efemérides. Significa luchar por una sociedad justa, con instituciones sólidas y gobernantes que actúen en beneficio del pueblo. De lo contrario, su sacrificio seguirá siendo una historia distorsionada y su sueño de patria, una utopía inconclusa.

Por Daniel Rodríguez González

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