La crisis que aflora en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) después de alcanzar solo el 10 % de los sufragios en los comicios de mayo último, trajo a mí el recuerdo de la Conferencia Ho Chi Minh, convocada por el Comité Político después de las elecciones de 1978, en las cuales solo obtuvo 18 mil votos.
Es posible que al comparar ambos sucesos se reedite la expresión aquella de que “la historia se repite dos veces: una como farsa y la otra como tragedia”, pero eso dependerá de lo que acontezca ahora en el X Congreso del PLD.
La gran división que sufrió el PLD a principios de 1979 fue provocada básicamente por los resultados electorales del año anterior, aun cuando Juan Bosch mantuvo su criterio de que ese certamen era un matadero electoral al que el partido acudiría solo con el propósito de conseguir metas coyunturales.
En el PLD de hoy el desastre provino después de la renuncia del otrora líder de esa organización, Leonel Fernández, en 2019, tras unos cuestionados comicios abiertos en los cuales fue escogido el empresario Gonzalo Castillo como candidato presidencial para las elecciones de 2020.
El PLD comenzó a padecer síntomas severos de males endémicos en la pequeña burguesía, como individualismo, grupismo y sectarismo, a pesar de que Bosch le inoculó una vacuna preventiva llamada “Métodos de Trabajó”, que se creía infalible, pero sus resultados no fueron del todo efectivos.
A causa del resultado en los comicios del 78 (18,000 votos), se propagó entre dirigentes, cuadros, activistas y militantes un brote combinado de ansiedad y desazón política, que entre pequeños burgueses, cada cual culpó al otro de la desgracia.
Antes del pestañar de un pollo, el PLD estaba dividido en dos grandes facciones, una dirigida por un miembro del Comité Político y la otra por el secretario general, lo que motivó que Bosch convocara a la citada conferencia para restablecer la disciplina.
Los trabajos de esa conferencia fueron dirigidos por el doctor José Joaquín Bido Medina (qepd), un roble ético y moral, quien informó que el evento concluiría con el discurso del presidente del Partido, cuyo contenido no sería objeto de discusión, por lo que a mis 20 años me atreví a advertir que esa reunión no tendría sentido si se prohibía comentar los planteamientos expuestos por Bosch.
Fue en ese momento cuando el líder del Partido proclamó “que hable todo el que quiera hablar”, con lo cual se desfogaron los embalses ideológicos, pero con clara evidencia de que don Juan movería el índice hacia uno de los dos lados en conflicto.
Poco tiempo después, un sábado en la mañana, en la residencia del dirigente sindical Félix Alburquerque en el ensanche Espaillat, “el grupo de Tonito” acordó renunciar al PLD, con el fin de fundar un partido que sirviera de plataforma unitaria de la izquierda. Lo demás es otra historia.
Por Orión Mejía