En algunos momentos en que el ocio ocupa un lugar protagónico en mi vida, veo algunos programas por la televisión, que realmente me provocan un “mea culpa”, me avergüenzo de mi misma, luego me consuelo diciendo, que no hay más nada que ver.
Hace apenas unos días, viendo una de esas novelas de narcotraficantes, oí a una vieja afirmar la siguiente frase, obvio que con el término vulgar que se usa: “La mentira es como las heces fecales, siempre sale a flote”.
A pesar de la forma grotesca en que se hizo tal aseveración, durante mucho rato permanecí pensando en la veracidad de lo que la señora expresó.
Realmente, como fiel defensora de la verdad, estoy convencida de que ella es única, y que es casi imposible que se pueda esconder por toda la vida.
Como me considero una persona transparente, soy enemiga de ocultarla, prefiero enfrentar los hechos tomándola a ella como mi arma de defensa, segurísima de que, por más que nos propongamos hacerla pasar por desapercibida, en algún momento levantará la mano y hará acto de presencia.
Pienso que apegarse a la verdad es lo único que permite a los seres humanos actuar con coherencia, sin equivocaciones, pues, es frecuente que, quien hace de la mentira su aliada, en cualquier momento se contradiga, logrando que las demás personas dejen de creerle.
Soy abanderada de la verdad por encima de todas las cosas. Es dura, en ocasiones causa dolor, pero es única y nunca se olvida.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica