En el apogeo de las actividades proselitistas de enero a mayo, los equipos de sonido fueron adquiridos por dueños de colmados y jóvenes de los barrios periféricos del Gran Santo Domingo y Santiago y puestos a volúmenes intensos. Aprovechando el descanso de los operativos anti ruidos de la Policía Nacional, pausados en épocas de elecciones, el ambiente se ha vuelto a saturar de ruidos.
Caminando por simples calles del municipio de Herrera, en Santo Domingo Oeste, o detenerse unos minutos en Villa Francisca, en el Distrito Nacional, resultaría tan inimaginablemente parecido a caminar por las calles del sector céntrico de Pueblo Nuevo, Ensanche Bermúdez, Ensanche Libertad o Los Salados, por sólo enumerar algunos barrios de Santiago de los caballeros.
Los colmados y hasta pequeños negocios, se convirtieron en bares de la noche a la mañana, todos los días y a cada hora, solo interrumpidos por algún atraco aislado o alguna trifulca centre vecinos ocasionado por el alto volumen. La Policia Nacional estuvo todo ese tiempo durmiendo una larga siesta y por ello se gastó más en bebidas alcohólicas que en comidas. Un desastre total que volvió a demostrar que a los dominicanos nos gusta más el gasto que la inversión.
Con bocinas de subidas de volumen que alcanzan hasta los 100 decibelios, un pequeño grupo de personas embriagadas mantienen en vilo a toda la barriada. Es el complejo sistema de “dejar hacer” que caracteriza la sociedad sin escrúpulos. “Hay que dejarlos un tiempo. Estamos en tiempos de elecciones”, es una frase socorrida entre los defensores del desorden.
Ocurre siempre en medio de la algarabía tradicional de las navidades, que muchas veces comienzan antes de tiempo y que ya entrado el año nuevo, por el vicio de hacer siempre lo mismo, ni se dan por enterados de que ya diciembre pasó hace tiempo. Lo cotidiano es la bebentina, el desorden callejero, los pleitos de borrachos y el aumento de las ganancias de las compañías licoreras.
Las personas de diferentes edades enfermas de Trastornos del Espectro Autista (TEA), sufren en demasía el alto escándalo que producen diferentes puntos de bebidas con músicas en alto volúmen, que todas juntas crean una mezcolanza de instrumentos que forman un ruido extraño que les trastorna la vida, pues, el autista tiene una frecuencia auditiva hasta veinte veces más alta que la de una persona normal.
Los perros domésticos se escapan, se pierden y muchos terminan bajo las huellas de las llantas de los vehículos. Los niños, que son los que más sufren sus pérdidas, son los que, en su vulnerabilidad, van acumulando los daños emocionales que se mostrarán en la juventud, como son las rabietas, las inconformidades, falta de amor hacia sus padres y hermanos, falta de capacidad para tener un hogar y encausarlo.
De acuerdo con los especialistas en la materia, miembros de la Fundación AQUAE, (una institución sin fines de lucro que vela por el medio ambiente, con sede en Madrid, España), “La contaminación acústica no solo afecta a la salud de las personas, sino que también afecta a la degradación ambiental. El transporte, la construcción, el tráfico aéreo o la industria son las principales fuentes de ruido ambiental que pasan casi desapercibidas pero cuyos efectos pueden provocar graves alteraciones en nuestros ecosistemas”.
Es tan grave la situación generada por los equipos de música en alto volumen en la República Dominicana, que fue creada una institución dentro de la Policía Nacional, para el control de los decibelios (Física: 1.-Unidad de intensidad acústica equivalente a la décima parte de 1 belio. (Símbolo dB). 2.-Unidad de intensidad acústica que se expresa como el logaritmo del cociente entre la presión producida por una onda y una presión de referencia (Símbolo: B)” Real Academia de la Lengua Española.
“Por su parte, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Madrid) define el ruido como aquella “emisión de energía originada por un fenómeno vibratorio que es detectado por el odio y genera molestia, Cualquier tipo de sonido superior a los 65 decibelios durante el día y 55 durante la noche se considera ruido. Además, la OMS apunta que el ruido procedente de actividades vinculadas al recreación y tiempo libre supera, en numerosas ocasiones, los 70 decibelios durante las 24 horas del día”.
Las fiestas terminaron
Los caribeños tenemos como particularidad, salir a las calles a “Bochinches” y regresar a la casa a seguir la fiesta, aunque suponga como resultado la pérdida de la moral, el crédito, la pareja sentimental, los vecinos y la salud. Los dominicanos lo denominamos “fiesta hoy, mañana gallo”, que enuncia que lo mas importante en el momento es la fiesta y el gallo se refiere a las peleas que vendrán.
Justificar fiestas callejeras notables ya terminó. Ahora se vale recoger y limpiar y esa labor debe ser emprendida por el Ministerio de Medio Ambiente y el Departamento Anti ruidos de la Policía Nacional, que son los órganos encargados de prevenir y controlar los niveles de ruidos en los espacios públicos y privados.
Las fiestas terminaron!!!
Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, residente en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.