Si antes de ayudar a las personas, nos detenemos a pensar en lo ingrato que podemos ser los seres humanos, en algunas circunstancias, es posible que aflore la parte mala que todos tenemos, y decidamos ser indiferentes ante las situaciones difíciles que se le presentan a los demás.
Este pensamiento tan negativo, viene a mi mente, debido a que, hace unos días, estaba esperando a que mi marido llegara hasta el parqueo, para ayudarlo con una sombrilla, pues estaba cayendo un torrencial aguacero.
En ese momento pasó una joven, se paró en el frente de nuestra casa, y me preguntó si yo tenía una sombrilla. No lo pensé dos veces, pues, aunque no somos amigas, la conozco, porque siempre acostumbra a pasar y me saluda con mucho respeto, y además, tengo otra.
Ella me aseguró que me la traería en un ratito, pero de eso han transcurrido dos semanas, y jamás he vuelto a verla pasar.
Como suelo ser algo rígida con este tipo de comportamientos, durante muchos días, estuve pensando en lo ocurrido, y realmente, sentía mucha ira.
Este tipo de acciones afecta mucho a las personas disciplinadas y hace que, en algún momento, actuemos a la defensiva, obligándonos a pensarlo un buen rato, antes de hacer el bien.
Quizás, producto de esto, me sorprendió la forma tan rápida en que actuó mi marido, mientras estábamos en un lugar esperando un taxi, debajo de un torrencial aguacero, y un señor se le acercó y le pidió que le prestara el paraguas para llegar al vehículo que tenía estacionado.
La respuesta negativa no se hizo esperar, además de no acceder a su petición, me dijo: ¿Y es fácil, para que se lo lleve y yo nunca lo vuelva a ver, como te pasó a ti?
Simplemente, me quedé sin respuestas.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica