América Latina no ha tenido suerte con sus gobiernos de izquierda o de derecha porque la mayoría han fracasado y porque el continente se erige en el más desigual del planeta, sin cerrar sus venas abiertas por sus cruentas convulsiones históricas, como cuenta Eduardo Galeano.
En Colombia, la guerrilla y el, narcotráfico operan en paralelo junto a paramilitares; Perú tuvo su movimiento Sendero Luminoso y los desgobiernos de Alberto Fujimori; Uruguay, Los Tupamaros y el gobierno ético del guerrillero de José -Pepe-Mujica, y en Paraguay de 35 años de dictadura de partido único.
Suramérica sufrió los estragos de dictaduras militares, con sus crímenes certificados por la Operación Cóndor de Henry Kissinger, quien también urdió el derrocamiento de Salvador Allende, en Chile y la dictadura de Augusto Pinochet.
La historia de Argentina ha sido tan especial como su gentilicio, con la instalación de Domingo Perón, el surgimiento del liderazgo mesiánico de Evita, períodos de inestabilidad política y social, regímenes militares, conservadores e ineficaces gobiernos del peronismo hasta arribar a la locura de Milei.
La Revolución Bolivariana genera pobreza que distribuye entre el pueblo de Venezuela, mientras los camaradas aprenden como multiplicar panes y peces en provecho suyos y de los suyos, mientras que Lula intenta extirpar el bolsón de Bolsonaro que ha hecho metástasis en la Amazonía y en la democracia de Brasil.
La Cuba de Martí ha quedado frisada entre el idealismo socialista, la cruda realidad del bloqueo económico y del brusco cambio de la geopolítica.
El Caribe es, frontera imperial, pero también puerto de trasbordo de drogas, con Puerto Rico con su coloniaje a cuestas, y Dominicana que camina en dirección contraria al vecino sin parientes ni dolientes.
Centroamérica ha sido historia de frustración política, económica y social con la excepción de Costa Rica y Panamá, vías de paso hacia otras repúblicas bananeras, erigidas hoy en feudos oligárquicos y de políticos corruptos que usan la democracia como papel de baño, incluido Nicaragua y El Salvador, donde las guerras de liberación produjeron burdas dictaduras de izquierda y de derecha.
La democracia dominicana ha sido fruto del sacrificio de generaciones de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas y el sosiego de su familia en la lucha por preservación del legado de Duarte y los Trinitarios. Es por eso que los dominicanos están compelidos a reflejarse en su propia historia y en las venas rotas de América.
Por Orión Mejía