Partidos liberales con génesis en pensamiento ideológico o praxis políticas de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez han gobernado el país durante 35 de los 45 años de retorno pleno a la democracia, aunque en la mayoría de esas gestiones han gobernado muy arrimados al conservadurismo.
No creo que tenga paralelo en América Latina que tres formaciones políticas con origen directo o indirecto en la ideología boschista han accedido al Poder por la vía electoral, dos de ellos proclamados como seguidores de las enseñanzas de Pena Gómez.
Un caso singular fue el de don Antonio Guzmán, prominente hacendado, quien fue ministro de Agricultura en el gobierno democrático de Juan Bosch, (1963) y en el que encabezó el coronel Caamaño, en 1965, durante la Revolución de Abril. Se convirtió en el sucesor del presidente Balaguer, cuando el PRD ganó los comicios de 1978.
A don Antonio le correspondió liberar a los presos políticos, permitir el retorno de los exiliados y desmantelar los aparatos militares y policiales asociados a la represión política, pero en términos económicos mantuvo un perfil conservador, a pesar de que su partido pregonaba ideas políticas de centro izquierda.
El segundo gobierno perredista, encabezado por Salvador Jorge Blanco, asumió el modelo fondomonetarista, cuya expresión más cruda fue el acuerdo stand by firmado con el FMI en 1984, que produjo una gran poblada con saldo de más de un centenar de muertos.
Jorge Blanco, de ascendencia liberal, ejerció la presidencia como ortodoxo conservador, aunque con marcado interés en organizar las finanzas públicas, objetivo que no logró, por lo que la crisis agravada despejó camino para el retornó de Balague al poder en 1986, en un mandato que se prolongó por diez años.
Con el respaldo del presidente Balaguer, Leonel Fernández y el PLD ganaron en segunda vuelta las elecciones de 1996 que, aunque apadrinado por un líder conservador, mantuvo el tinte de gobierno liberal.
El presidente Fernández impulsó reformas en el sistema de justicia y en la administración pública, pero en el primero de sus tres gobiernos tuvo que convivir con el conservadurismo, aunque avanzó su programa de modernización del Estado.
Con la apertura del siglo, el PRD retornó al poder a través del presidente Hipólito Mejia, quien se alejó del espectro ideológico de su mentor, y al final su gestión se convirtió en un arroz con mango, con una crisis bancaria sin precedentes.
Las pinceladas que he ofrecido permiten sustentar el criterio de que en 45 años de democracia continua, el conservadurismo ha tenido incidencia decisiva en la mayoría de los gobiernos liberales. En otro A rajatabla voy a insistir sobre el tema.
Por Orión Mejía